Document
Por Sofía Guadarrama Collado

Cada 12 de diciembre, México se llena de fiesta con la celebración de la Virgen de Guadalupe. 

No obstante, existe otra efeméride en esta misma fecha que ha sido ignorada por 108 años. 

El 12 de diciembre de 1916, en la estación ferroviaria de Camargo, Chihuahua, Francisco Villa dio la orden de fusilar a más de 90 mujeres con sus hijos. Algunas de ellas recibieron las balas con sus hijos en brazos. Después arrojaron sus cadáveres a una noria.

La razón fue tan absurda como inverosímil.

El primero de diciembre de 1916, las fuerzas villistas fueron derrotadas por las tropas del general carrancista Francisco Murguía en la Estación Horcasitas, a 40 kilómetros de Chihuahua, Chihuahua.

El 12 de diciembre, las fuerzas villistas derrotaron a las tropas del Segundo Batallón de la Segunda División del Noroeste, en la estación ferroviaria de Ciudad Camargo, 160 kilómetros al sureste de la capital del estado. 

José María Jaurrieta, secretario de Villa, escribió:

«¡Qué cuadro tan macabro presentaba la Estación Camargo! Si apartaba mi vista para no ver aquellos cuadros conmovedores dirigiéndola hacia el suelo, me encontraba manchas de sangre y cadáveres esparcidos de tramo en tramo; si intentaba refugiar mi mirada en los trenes, veía cómo los carros de caja destilaban hilos de sangre de aquella sufrida tropa acribillada a balazos».

Es indispensable aclarar que durante la revolución muchas jovencitas de entre 15 y 20 años fueron secuestradas de sus casas y obligadas a acompañar a los soldados del ejército o a los revolucionarios para que les cocinaran, les lavaran y los satisfacieran sexualmente. Se les conoce como «Adelitas». Muy pocas iban acompañando por amor a sus «juanes», como se les designaba. Para infortunio de estas mujeres, quedaban embarazadas de inmediato y tenían que andar cargando con sus hijos recién nacidos entre los revolucionarios.

Tras la derrota de las tropas del Segundo Batallón de la Segunda División del Noroeste, como era costumbre, las fuerzas villistas comenzaron a revisar los vagones para adueñarse de la mercancía. Pero en uno de los furgones encontraron una aglomeración de mujeres famélicas, algunas de ellas con sus hijos en brazos.

Las bajaron del vagón y las hicieron prisioneras. Baudelio Uribe hablaba con Pancho Villa cuando una mujer se acercó al general, se hincó y rogó con los brazos en cruz: 

—¡Señor, por el amor de Dios, no mate usted a mi marido! ¡Se lo ruego por su madre! 

Villa preguntó por el marido y Uribe respondió que el hombre era un simple empleado de gobierno, que ya estaba «en la olla». La mujer le respondió con insultos a Villa. «¡Bandido, hijo de…asesino! ¿Por qué no me mata a mí también?» Entonces, Pancho Villa, el héroe que tanto adoran en México, sacó su revólver y le disparó a la mujer en el cráneo.

No era la primera vez que Pancho Villa reaccionaba de tal manera. De acuerdo con la investigación del historiador Reidezel Mendoza Soriano:

El 27 de noviembre de 1916, Villa ordenó dinamitar, así como se lee, dinamitar vivas a la profesora Margarita Guerra y a su comadre Guadalupe García. 

El 14 de diciembre de 1916, en Jiménez, Chihuahua, a Celsa Caballero, de 71 años, le roció gasolina y la quemó viva. «Mandó poner un montón de leña de mezquite […], amarraron a doña Celsa y le prendieron fuego hasta que quedó totalmente calcinada». 

También quemó vivas a una mujer de 86 años llamada Lugarda Barrio y a una soldadera. 

El 26 de octubre de 1916, a Feliciana González, a su bebé, dos mujeres y 5 hijos también los quemó vivos por estar casadas con chinos,

La xenofobia de Francisco Villa hacia los chinos era tal que asesinó por lo menos a 300. Cabe aclarar que en aquellos años la migración de chinos a México había crecido considerablemente. 

El 26 de octubre de 1916, en Ciudad Camargo, Chihuahua, ordenó el fusilamiento del médico estadounidense Charles H. Fisher, de 60 años.

El domingo 8 de abril de 1917, Francisco Villa plagió y ordenó la violación masiva de 110 mujeres en Namiquipa.

En 1921 Villa, quemó viva a una de las mujeres con las que vivía, María Arreola, en los peñascos de Las Nieves, frente al rancho El Cristo. 

El 12 de diciembre de 1916, en Camargo, Chihuahua, Villa, ordenó al «Mochaorejas» que matara a las soldaderas prisioneras. De acuerdo con el testimonio de Octavio Fernández, Villa dijo «¡Mata a todas estas infelices viejas desgraciadas!» De acuerdo con el relato de José María Jaurrieta «90 mujeres sacrificadas, hacinadas unas sobre otras, con los cráneos hechos pedazos y pechos perforados por las balas villistas». 

Las 90 soldaderas fueron acribilladas. 

Jaurrieta describe la escena como sigue:

«Aquel cuadro fue dantesco, dudo qué pluma alguna pueda describir fielmente las escenas de dolor y de espanto que se registraron esa mañana del 12 de diciembre de 1916, ¡llanto!, ¡sangre!, ¡desolación!, noventa mujeres sacrificadas, hacinadas unas sobre otras, con los cráneos hechos pedazos y pechos perforados por las balas villistas. Cuando hubo terminado aquella matanza, el curioso que contemplara aquel desastre de la vida humana, pudo haber visto a un chiquillo como de dos años de edad sentado, sonriente, junto al cadáver de su madre, mojando en la sangre de la autora de sus días, los inocentes deditos que llevaba a su carita, seguramente en gracia infantil para pintarse como la madre que rígida yacía a su lado».

Cleofas Calleros relata que un soldado que revisaba los cuerpos halló un bebé aún con vida: «Uno de los hombres de Villa preguntó qué hacer con el bebé y Villa dijo que no servía para nada, así que había que matarlo a tiros también. Sus órdenes fueron cumplidas. [Villa] cabalgó en su caballo por encima de los cuerpos». 

Reidezel Mendoza Soriano narra en su libro Crímenes de Francisco Villa, que «la mayoría de los testigos y reportes periodísticos de la época sugieren que el número de mujeres asesinadas osciló entre 60 y 120».

audio-thumbnail
🎧 Audiocolumna
0:00
/383.304
✍🏻
@SofiaGuadarramaC

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.