Respira
Por Sofía Guadarrama
El 1 de enero de 1994, un grupo de indígenas armados y autodenominados Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), ‘Zapatistas’ en honor a Emiliano Zapata, intentó ocupar siete cabeceras municipales. El grupo estaba compuesto principalmente por indígenas tzotziles, tzeltales, choles, tojolabales y zoques de Chiapas. Declararon la guerra al gobierno mexicano y tomaron el control de varios municipios en Chiapas.
Precisamente el mismo día que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Canadá, Estados Unidos y México.
El presidente Carlos Salinas de Gortari nombró a Manuel Camacho Solís coordinador para el Diálogo y la Reconciliación en Chiapas con el cual se logró la firma de un tratado que no sirvió de mucho. El conflicto armado inicial duró 12 días, hasta que el gobierno federal inició conversaciones con los líderes del EZLN.
En aquellos días corrió el rumor de que Camacho Solís había orquestado la creación del EZLN con ayuda de su suegro (el exgobernador de Chiapas, Manuel Velasco Suárez, abuelo del también exgobernador de Chiapas y hoy Senador, Manuel Velasco Coello) para simular un acto en el cual el heroico Camacho salvaba al país, y así poder postularse como candidato a la presidencia si Luis Donaldo Colosio renunciaba o algo le ocurría. Pero el tiempo demostró que sólo eran rumores.
Otra versión es que fue el mismo Carlos Salinas de Gortari quien creó el EZLN para declarar a México en un estado de emergencia y perpetuarse en el poder. Un dato que respaldaba esta versión es que el subcomandante Marcos enviaba sus mensajes por internet, algo inusual para 1994. Año en el cual el acceso a internet era extremadamente limitado, especialmente en regiones como Chiapas. Los únicos que poseían acceso a la red eran el gobierno, la UNAM, PEMEX, CFE y las empresas más ricas del país.
Asimismo, la identidad del Subcomandante Marcos, al ser descubierta, y que lo identificó como Rafael Sebastián Guillén Vicente y hermano de Mercedes Guillén Vicente, militante del PRI, lo que despertó más dudas sobre su complicidad con Salinas.
En 1996, el gobierno mexicano firmó con el EZLN los Acuerdos de San Andrés sobre derechos y cultura indígena. El objetivo principal era modificar la Constitución Mexicana para reconocer los derechos de los pueblos indígenas, incluyendo su autonomía, su cultura y educación. También prometían satisfacer las necesidades básicas como salud, empleo, justicia, igualdad y representación indígena en la Constitución.
No obstante, muchos de estos acuerdos no se cumplieron, lo que llevó a la ruptura del diálogo. En 1997, el subcomandante Marcos marchó a la Ciudad de México en contra de la militarización de las zonas indígenas.
La reforma aprobada en 2001 fue rechazada por los pueblos indígenas. En 2003, el EZLN anunció la creación de Caracoles y Juntas de Buen Gobierno para consolidar su autonomía, con lo cual buscaban justicia social, autonomía de los pueblos indígenas y rechazaban las políticas neoliberales.
De acuerdo con el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, de 2019 a 2022, se han registrado 190 ataques paramilitares.
La política de Estado (contrainsurgente) aplicada desde 1994 no ha sido cambiada por el gobierno de la 4T. Peor aún, en algunos municipios, como Chenalhó y Pantelhó, los grupos paramilitares se han mezclado con el crimen organizado y el narcotráfico, a tal grado que se les conoce como grupos de narcoparamilitares, que se dedican «a traficar drogas, migrantes y armas, así como a robar automóviles». Algunos integrantes se han afiliado a partidos políticos y ocupado cargos en presidencias municipales de algunas regiones del estado.
31 años después, no han desaparecido los caracoles ni las Juntas de Buen Gobierno.
El único beneficiado en Chiapas es Andrés Manuel López Obrador, quien se mandó construir cerca de su rancho una clínica del ISSSTE con una inversión de 686 millones de pesos; un cuartel militar, una estación del Tren Interoceánico, una ciclovía y un parque, con un valor de más de 2 mil millones de pesos.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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