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Por Sofía Guadarrama

Edmundo González Urrutia fue Ministro de Asuntos Exteriores de Venezuela, secretario de la embajada de Venezuela en Estados Unidos, secretario de la embajada venezolana en El Salvador, embajador de Venezuela en Argelia y Argentina y representante internacional de la coalición opositora de la Mesa de la Unidad Democrática. En marzo de 2024, fue nombrado candidato presidencial de la organización política MUD (una coalición formada por liberales, socialcristianos, socialistas y conservadores).

Sin embargo, su indiscutible triunfo no se debió a su escueta carrera diplomática, sino a la avasalladora intervención de María Corina Machado Parisca, quien en 2023 fue inhabilitada políticamente por 15 años por la Contraloría General de Venezuela por abogar por la libertad económica, la democracia y el estado de derecho en Venezuela.

El 9 de enero de 2025, sin chaleco antibalas, María Corina Machado reapareció ante una multitud, durante una protesta contra el usurpador. El órgano represivo del gobierno estuvo desatado. Soldados encapuchados reprimieron y capturaron a decenas de opositores y reporteros. Horas más tarde, María Corina Machado fue secuestrada y liberada dos horas después. Inmediatamente, el gobierno rechazó haber secuestrado a la activista y publicó un video en el que María Corina Machado matizaba lo acontecido.

El 10 de enero, Edmundo González Urrutia debía ser proclamado presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Pero, sin boletas electorales que lo acrediten, Nicolás Maduro fue ungido presidente de la República Bolivariana de Venezuela, muy a pesar del descontento de la ciudadanía. “Yo lo que voy es pa’lante con la fuerza huracanada y volcánica de un pueblo que quiere patria, que quiere futuro, que quiere paz”, dijo en su discurso.

Estados Unidos, Canadá, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay no reconocieron el triunfo de Nicolás Maduro.

Los países que reconocieron a Nicolás Maduro como presidente electo de Venezuela son México, Nicaragua, Bolivia, Cuba, Honduras, Rusia, China, Guinea Ecuatorial, Turquía, Laos, Uzbekistán, Belarús, Guinea-Bissau, Irán, Malí, Mozambique, Namibia, Qatar, República de Yibuti, San Vicente y las Granadinas, Santo Tomé y Príncipe, Serbia, Sudán, Vietnam y Zimbabue.

Para Claudia Sheinbaum, Cuba, Nicaragua y Venezuela son gobiernos progresistas. Pero ojo, la definición no es suya, es parte del adiestramiento que recibió y que explicaré más adelante. Y aunque no asistió personalmente a la toma de posesión del usurpador, sí envió al embajador de México en Venezuela, Leopoldo de Gyvés, como representante y durante días evadió el tema aludiendo a que México respeta la autodeterminación de los pueblos, sin, evidentemente, admitir que el 70 por ciento del pueblo venezolano votó en contra de Maduro.

La cuatroté —movimiento político que acusó fraude electoral en 2006 y en 2012 y que exigió voto por voto, casilla por casilla— legitimó el fraude electoral del régimen criminal de Maduro, una especie de Gestapo, acusado ante la ONU y la Corte Penal Internacional por 5 mil 94 asesinatos de opositores políticos, desapariciones forzadas, represión sistemática, detenciones extrajudiciales, violaciones a los derechos humanos, ejecuciones sumarias y torturas mortales.

El gobierno de Claudia Sheinbaum reconoce a Nicolás Maduro como presidente por una simple razón: gracias al apoyo de Cuba y Venezuela durante tres décadas, Andrés Manuel López Obrador y su “movimiento” llegaron a la presidencia.

Por años la oposición cuestionó de qué vivía AMLO desde que dejó la jefatura del Distrito Federal, y más aún, cómo financió sus interminables giras por todo el país durante 12 años. Poner un templete, una mega carpa, sistema de sonido y cinco mil sillas en cualquier pueblo cuesta un dineral. Sin contar sueldos del personal, la logística, el transporte, hospedaje y comidas.

Y es gracias a Cuba, Venezuela y el Foro de Sao Paulo que Andrés Manuel López Obrador pudo desmantelar el sistema de gobierno que teníamos. Desde mediados de los 90 —y tras la caída del Muro de Berlín y la Unión Soviética—, la Habana creó La Dirección de Inteligencia de Cuba, o G2 (equivalente a la KGB), rediseñó el comunismo-socialista con un método fascista endulzado, romantizó el marxismo y el leninismo, alteró el lenguaje con palabras como “progresistas”, y por años organizó y adiestró a los políticos latinoamericanos como Nicolás Maduro para que llegaran al poder en sus países y bajo la pantomima de la libertad reventaran la democracia desde adentro y destruyeran el Estado de Derecho.

AMLO llegó con un recetario bajo el brazo:

  1. Llegar a la presidencia de forma legítima.
  2. Decirle que sí a todo, aunque no fuera así.
  3. Respaldar las luchas de la equidad de género y contra el racismo. Establecer una agenda progresista que promueva el aborto libre, los derechos de la comunidad LGBT y el desarrollo de la personalidad.
  4. Aprovechar la debilidad económica de la gente que se encuentra en la miseria y regalar dinero.
  5. Capturar al ejército.
  6. Promover la teoría de la relatividad de los valores.
  7. Impulsar el pensamiento único (enfocado en la ideología del partido) y el totalitarismo.
  8. Destruir y sustituir símbolos nacionales.
  9. Intensificar las campañas del culto a la personalidad.
  10. Destruir a los partidos políticos opositores.
  11. Reformar la educación, enfocada en el adoctrinamiento en la lucha de clases.
  12. Empobrecer a la sociedad para mantener el control social.
  13. Controlar los medios de comunicación y redes sociales de manera progresiva.
  14. Desmantelar, con reformas constitucionales, todo lo construido por gobiernos anteriores.
  15. Apoderarse del poder legislativo y judicial para facilitar la perpetuidad en el poder.
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@SofiaGuadarramC

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