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Por Sofía Guadarrama

¿Dónde está Joe Biden?, se preguntan muchos desde que Donald Trump ganó las elecciones presidenciales. Evidentemente, en la Casa Blanca, cerrando todos los asuntos pendientes. Asuntos que difícilmente conoceremos, porque Joe Biden ha sido un presidente eficaz, hermético y discreto.

La BBC lo describe como un hombre «firme en su postura sobre la política exterior, especialmente en relación con Ucrania y China. Comparó a Vladimir Putin con Adolf Hitler». Le Monde, de Francia, lo describe como «alguien que se mantuvo firme y no se dejó llevar por las provocaciones». Der Spiegel, de Alemania, lo describe como «alguien que cumplió con su papel de manera adecuada».

Para Andrés Manuel López Obrador fue sumamente difícil lidiar con Joe Biden porque jamás se enganchó con los teatrillos que hacía el presidente mexicano en sus conferencias matutinas. El presidente de los Estados Unidos esquivó todas las pedradas que le lanzaron desde Palacio Nacional y calló ante el boicoteo que hizo AMLO previo a la Cumbre de las Américas organizada por Estados Unidos en 2022. Pero, al final de su mandato, se las cobró todas de un jalón y lo humilló ante el mundo: entró a su país y arrestó al capo más buscado, el Mayo Zambada. Ridiculizó al presidente mexicano y lo sigue haciendo porque no ha dado su brazo a torcer cada vez que México le pide explicaciones sobre la forma en que extrajeron al capo de capos.

Para fortuna del gobierno, Sheinbaum-Obradorista —no para las y los mexicanos—, en 10 días (el próximo 20 de enero), Joe Biden dejará el cargo y tomará posesión Donald Trump, quien sí sabe bailar al son de la 4T. Evidentemente, no será Sheinbaum quien marque la agenda, sino el Mister President.

Todavía no comienza el segundo mandato de Donald Trump y ya está estableciendo la agenda del mundo. Basta con que él se ponga unos minutos delante de las cámaras y hable para que se vuelvan locas las redes sociales y las imprentas se apresuren: que si Canadá será el Estado 51, que si China tiene control del canal de Panamá, que si México está dirigido por cárteles de la droga, que si le va a cambiar el nombre al Golfo de México o que si va a adquirir Groenlandia.

Bien lo decía AMLO: «es pura politiquería». Claro, lo decía cuando le convenía y siempre refiriéndose a sus opositores.

Los próximos cuatro años serán una caterva de escándalos, pero principalmente cortinas de humo. Distractores de cuarto nivel para ocultar sus fracasos y legitimarse a costa de los ciudadanos. Mientras Trump y Sheinbaum jueguen un ping pong de dimes y diretes, nuestras naciones se hundirán en crisis cada vez más severas.

Pero lo cierto es que el populismo es una ratonera. Y Donald Trump y Claudia Sheinbaum están llevando a sus respectivos países a un par de ratoneras. De ellas, difícilmente podremos salir.

Todos los gobiernos populistas como los de Javier Milei, Nayib Bukele, Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel, Donald Trump o Andrés Manuel López Obrador/Claudia Sheinbaum, tienen como objetivo desmantelar los sistemas de gobierno establecidos en sus países, adoctrinar a sus gobernados bajo la pantomima de la democracia, establecer un discurso único, debilitar los contrapesos, demoler a los medios de comunicación críticos, instaurar regímenes autoritarios y perpetuarse en el poder, directa o indirectamente.

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@SofiaGuadarramaC

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