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Por Sofía Guadarrama Collado

En columnas anteriores escribí que la relación entre Donald Trump y Claudia Sheinbaum era justo lo que ella necesitaba. Le cayó como anillo al dedo. Hablan el mismo idioma. Son de la misma calaña: populistas, narcisistas, fascistas y mentirosos.

Si Kamala Harris hubiera sido electa, las cosas serían muy distintas. Primero que nada, la política exterior de los Estados Unidos seguiría siendo moderada, discreta y diplomática. Algo que no va con la cuatroté. Con ellos no funcionan los buenos modales. Les encanta el escándalo, el jaloneo y la victimización.

Las amenazas de Donald Trump de imponer aranceles, como ocurrió en el sexenio anterior, eran sólo eso. Claudia Sheinbaum y Andrés Manuel López Obrador lo sabían. Entre bravucones se entienden. Donald Trump no se podía arriesgar a que a una semana del Super Bowl LIX el aguacate mexicano subiera a 12 dólares.

Si Joe Biden hubiera sabido que su partido no le permitiría continuar en la campaña presidencial, seguramente habría sido mucho más severo con López Obrador, pero no había forma de predecir el futuro y jugó limpio. Esquivó todos los escupitajos que le tiró López Obrador. Necesitaba que el gobierno de México le detuviera a los migrantes, pero nunca aplicó las amenazas de Trump ni se enredó en las telarañas de la demagogia obradorista.

La relación tóxica entre Donald Trump y Claudia Sheinbaum apenas comenzó y ya le generó rendimientos a la presidenta de México: unidad nacional y una aprobación del 80% en las encuestas. Los mexicanos nacionalistas —sin importar de qué partido sean— siempre celebrarán que el o la presidenta de México le responda a su homólogo del país del norte. Ah, qué bonito se siente escucharla defender nuestra soberanía nacional. «¡No somos súbditos! ¡Defenderemos nuestra soberanía!» Hasta le cantaron el himno nacional en el Congreso de la Unión.

Claudia Sheinbaum tuvo tres meses para buscar a Donald Trump y plantear una colaboración entre ambas naciones para detener el tráfico de drogas y de armas, pero eso no le servía para alimentar la ira y el morbo de su base política.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.