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Por Sofia Guadarrama

Lectora, lector, imagine que usted va caminando por la calle y de pronto alguien le lanza un huevo podrido y (si es hombre) le gritan ¡Maldito hombre heterosexual!; o (si es mujer) ¡Pinche mujer cisgénero!

Usted evade la confrontación y continúa su camino. Entonces alguien le vacía una cubeta llena de estiércol. La gente ríe. Los burlones se acercan. La o lo señalan. Muy pronto una lluvia de basura le impide seguir su camino. Las carcajadas se convierten en gritos de odio. No hay para dónde moverse. Sólo hay tres formas de salir de ahí: 

1. Confrontando a los agresores. 

2. Evadiendo a los agresores. 

3. Tratando de convencer a los agresores de que no hay nada de malo en ser mujer u hombre blanco cisgénero heterosexual.

Por supuesto que no hay nada de malo en ello, pero esa gente no lo entiende. Todes son transgénero. Claro que esto debe causar risa a muchas y muchos lectores. El mundo al revés.

Los entiendo: como humanidad solemos ser muy egoístas y las cosas sólo nos duelen cuando nos afectan directa o indirectamente. Desafortunadamente, sólo si tenemos un hijo con alguna discapacidad nos volvemos activistas. Únicamente cuando secuestran a un familiar nuestro salimos a las calles a manifestarnos. Hay que ser trans para entender la discriminación que se sufre. Y así, podemos seguir. La lista es larguísima. 

La discriminación es el bullying de los adultos y las adultas que creen que han madurado. Sorpresa, la madurez no siempre llega, aunque se sea el presidente de los Estados Unidos o el hombre más rico del mundo.

La discriminación es la puerta de la prepotencia, del odio, la polarización y los crímenes de odio. 

En Estados Unidos, la esclavitud fue legalmente abolida en 1865, pero continuaron la discriminación y la segregación racial hasta mediados del siglo XX. Fue hasta las décadas de 1950 y 1960 que los movimientos liderados por figuras como Martin Luther King Jr. y Rosa Parks, lograron reducir la discriminación racial, a pesar de que se crearon leyes a favor de los hombres y las mujeres negras.

Hoy en día, en Estados Unidos, después de la presidencia de Barack Obama, casi nadie se atreve a discriminar abiertamente a la gente negra.

En México, con la llegada de MORENA al poder y el discurso repetitivo de López Obrador de no al clasismo y al racismo está muy mal visto que alguien le diga «indio» a un indígena oaxaqueño, como se escuchaba tanto todavía en los años ochenta. 

Pero la gente necesita a alguien a quien odiar. Necesita derramar su ojeriza en otra persona. Exprimir sus frustraciones. Y siempre buscarán con quién desquitarse. Y si alguien de poder les da permiso, con mayor libertad lo harán.

El puño del hombre blanco heterosexual que habita la Casa Blanca acaba de firmar un decreto titulado “Manteniendo a los hombres fuera de los deportes femeninos”, que además prohíbe que las mujeres trans puedan entrar a los baños de mujeres. Asimismo, ordenó borrar las palabras transgénero o transexual en contratos y redes sociales de agencias federales en Estados Unidos. Por lo tanto, desde hace algunos días, incluyendo medios de comunicación en Estados Unidos, ya no se refieren a mujeres transexuales, sino a «hombres vestidos de mujeres» y «hombres que quieren ser mujeres». 

En el sexenio anterior tuvimos uno de los mayores avances en diversidad dentro de la política: el partido MORENA postuló a dos mujeres transgénero, María Clemente García y Salma Luévano Luna.

Durante todo el sexenio la gran mayoría de periodistas especificaban «la diputada trans», cuando la nota no estaba relacionada con el tema de la transexualidad.

Tan sólo con señalar la identidad de género de la diputada exhibían su transfobia. Tan fácil que era decir: «La diputada María Clemente García». 

Jamás escuché ni leí que se refirieran a «la candidata heterosexual» o «el gobernador cisgénero».

Algunos fueron abiertamente transfóbicos, como Marco Levario Turcott, al llamarla «un trans grotesco e ignorante, gruñe como simio». Jamás defendí las posturas ni el comportamiento de la diputada María Clemente García, pero sí defendí y defenderé hasta el final su derecho a no ser señalada y discriminada por su identidad de género. Una cosa es su vida íntima y otra muy diferente su postura política y su falta de educación.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.