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Por Sofía Guadarrama Collado

En agosto de 1990, Mario Vargas Llosa llamó La dictadura perfecta, al sistema político mexicano liderado por el PRI. Esta semana platiqué con dos amigos abogados y escritores de renombre y bajo su perspectiva constitucional, el México gobernado por el Partido Revolucionario Institucional no era una dictadura. Sí fue un gobierno hegemónico, tiránico, corrupto y ladrón, pero no una dictadura.

Una dictadura es: «una forma de gobierno en la que el poder político está concentrado en una sola persona (dictador), un grupo reducido o una entidad (como un partido o junta militar), que ejerce el poder de manera autoritaria, sin controles democráticos efectivos ni límites».

En una dictadura, el dictador —valga la redundancia—, concentra todo el poder político, económico y social y no rinde cuentas. No hay elecciones libres. Se reprimen las libertades. Se restringe la libertad de expresión. No hay oposición política. Los medios de comunicación que pretenden publicar notas en contra del gobierno suelen ser perseguidos, encarcelados, silenciados, comprados, desaparecidos o asesinados. No hay Estado de Derecho. No hay separación de poderes. El sistema judicial suele estar controlado por el dictador o el grupo gobernante. Se aplica el uso de la fuerza con el ejército o la policía. Se legitima por medio de propaganda ideológica.

Si analizamos cada uno de los puntos enlistados, podemos darnos cuenta que en 1990, en México el PRI ya no tenía el control dictatorial que pretendió establecer la izquierda echeverrista-castrista en los 70 y que cayó justamente con José López Portillo en los 80. Esto se debió a que Estados Unidos no le permitió a México seguir por esa línea e impuso a un candidato neoliberal de derecha: Miguel De la Madrid, al cual le sucedieron cinco presidentes de la misma corriente. No obstante, la izquierda echeverrista-castrista no quitó el dedo del renglón hasta que logró imponer a su candidato idóneo: Andrés Manuel López Obrador, quien sí colocó los pilares de la nueva dictadura: militarización, manipulación, desinformación y control de la narrativa pública por medio de adoctrinamiento y propaganda; concentración del poder político, económico y social, sin rendición de cuentas; elecciones manipuladas; censura a la libertad de expresión y medios de comunicación; la desaparición del Estado de Derecho; la concentración del poder judicial y el poder legislativo; y la supresión de la oposición política. Esta semana van por el control total de internet, redes sociales, radio y televisión, con la #LeyCensura, la cual les daría poder para bloquear plataformas digitales y perseguir a opositores.

El plan de Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum Pardo es, a todas luces, establecer una dictadura bananera (autoritarismo disfrazado de democracia), esa «dictadura perfecta» que Mario Vargas Llosa popularizó, como todas las dictaduras vulgares de Latinoamérica, en las que la prosperidad sólo aplica para los políticos y sus círculos cercanos.

Es muy probable que la dictadura de MORENA nos estanque política, social y económicamente por varias décadas. En 2030, López Obrador impondrá a su hijo o cualquier otro candidato de su gracia para la presidencia. En 2036, el sistema se va a tambalear. Habrá un cisma, pero no podremos hacer nada porque (si es que todavía siguen existiendo) ni la Suprema Corte de Justicia de la Nación ni el Instituto Nacional Electoral estarán de nuestro lado. Para 2042, todos los políticos viejos que hoy juegan ajedrez con nuestros destinos, ya habrán fenecido; y toda la chiquillada levantadedos que hoy baila al son que les toquen en Palacio Nacional, será la dueña del país. De ahí saldrá un demócrata (o dos. Quizá tres), dispuesto a dar una vuelta de timón. Será un pequeño grupo disidente dentro de MORENA el que, tal vez en 2048, nos saque de este infierno, así como ocurrió en los 90 con Ernesto Zedillo, quien comprendió que la hegemonía del PRI no era La dictadura perfecta.   

La dictadura perfecta es aquella que logra que sus ciudadanos amen sus cadenas.   

La dictadura perfecta está en China, bajo el control del Partido Comunista de China (PCCh). 

En China no hay democracia. Sus ciudadanos no pueden elegir a sus gobernantes. No existen partidos opositores ni mucho menos de diferentes ideologías. No participan en la toma de decisiones, a través de elecciones libres. No hay derechos humanos. No hay propiedad de la tierra. En China, la tierra es propiedad del Estado. No hay movimientos sociales ni ONGs. No hay participación ciudadana. No pueden criticar a sus gobiernos, organizar protestas y publicar opiniones sin temor a represalias. 

El gobierno tiene un sistema llamado Wǎngluò Chángchéng, «La Gran Muralla de la Red», conocido en inglés como Great Firewall, «Gran Cortafuegos», que filtra y bloquea contenido en internet, sitios web, redes sociales nacionales y extranjeras. Si alguien publica un artículo, video, columna o comentario que vaya en contra de las normas es eliminado de inmediato por el «Gran Cortafuegos». Si alguno de sus ciudadanos se atreve a cuestionar el liderazgo del Partido o el presidente o pretende discutir sobre sus derechos humanos o la independencia de Taiwán y el Tíbet, inmediatamente es arrestado.

Tampoco cuentan con instituciones que garanticen la libertad de expresión, prensa y asociación. No hay medios independientes. Los principales periódicos, canales de televisión y plataformas digitales están obligados a publicar la propaganda del Partido Comunista de China. 

Hay libertad para discutir sobre entretenimiento, literatura, cine, negocios o cultura, pero muy pocas personas lo hacen debido al miedo de que se tome como un desafío al gobierno. Viven en autocensura y con miedo a las represalias. 

La literatura está sumamente censurada. Los libros publicados en China pasan un escrutinio del gobierno. Las editoriales saben que publicar un libro que aborde la disidencia, los derechos humanos, la historia no oficial; y peor aún, que critique al PCC podría costarles la vida. Los géneros literarios permitidos son esencialmente: romance, acción, aventura, ciencia ficción o literatura comercial. Siempre y cuando no critique al partido. La literatura extranjera también está censurada. Únicamente entra literatura light

En la dictadura perfecta, el líder supremo es el partido. Sí, hay elecciones en China, pero no son democráticas ni libres. El sistema político está dominado por el Partido Comunista de China. Las únicas elecciones son a nivel local, para los Congresos Populares de aldeas, pueblos y condados. Aunque la propaganda estatal promueve las elecciones como «democracia socialista», los ciudadanos sólo pueden votar por candidatos (generalmente únicos y extremadamente leales al partido), previamente seleccionados por el Partido Comunista de China. 

En el Congreso Popular Nacional, a nivel nacional, los delegados son designados principalmente por su lealtad al partido. No hay campañas ni elecciones para presidente. Todo se maneja a puertas cerradas. Xi Jinping fue designado por los órganos del partido.

Pero, de acuerdo con los dogmas —marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong, la teoría de Deng Xiaoping, y el pensamiento de Xi Jinping— del Partido Comunista de China, la democracia es un sistema que genera inestabilidad, división social y caos y que está dominada por intereses capitalistas y elites, lo que no garantiza el bienestar colectivo.

Aquí es donde, la dictadura de China tiene su lado más sensato: en estos 40 años ha demostrado que en realidad se preocupa por el bienestar colectivo, algo que los gobiernos latinoamericanos no han demostrado. Para el gobierno de MORENA, Bienestar es sólo una marca de propaganda. 

Mientras que Deng Xiaoping impulsaba reformas a la educación y la ciencia en 1977, en México José López Portillo implementaba el Plan Nacional de Educación con pésima calidad educativa, planeación insuficiente y sindicatos que se profesionalizaron en la extorsión al gobierno.  

En la dictadura perfecta de China, la educación se centró en las habilidades STEM (science, technology, engineering and mathematics). Además, se enfocaron en lectura, escritura, comprensión de textos, caligrafía, habilidades de comunicación, inglés, estudios sociales, valores socialistas, ética, comportamiento cívico, finanzas personales, la cultura del ahorro, trabajo en equipo, música tradicional, dibujo, pintura y caligrafía artística.

En 1990, la República Popular de China era más pobre que México. El salario promedio de los chinos en 1990 era de 316 dólares estadounidenses. En el 2000 era de mil dólares anuales. En 2025 es de 16mil dólares anuales (328,000 pesos). En México, en el 2000 el salario promedio anual era de 71,024 pesos anuales (5,139 dólares). En 2025, es de aproximadamente $140,050 pesos anuales (6,831 dólares). El Producto Interno Bruto per cápita en 1990 de México era de 2,900 dólares estadounidenses, mientras que el de China era 318 dólares estadounidenses. México tenía una economía más avanzada y una clase media más amplia. China era una economía en desarrollo temprano.

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