Por Sofía Guadarrama Collado
Esta semana se estrenó en Netflix una miniserie (para mí es una película de 4 horas) titulada Adolescencia, creada por Stephen Graham y Jack Thorne, y dirigida por Philip Barantini. Una serie que comienza con una redada policial y pronostica un capítulo más de La ley y el orden o cualquier serie del mismo estilo. Sin embargo, conforme avanza el primer episodio comenzamos a asombrarnos, pues los augurios eran totalmente erróneos. Estamos ante una obra maestra.
En el capítulo 1, la policía irrumpe en la casa de los Miller para arrestar al adolescente Jamie, de 13 años de edad, acusado de asesinar a una compañera de la escuela con un cuchillo. Por supuesto, Jamie insiste en su inocencia mientras es llevado a la comisaría para ser interrogado por el inspector Luke Bascombe y la detective Misha Frank. Mientras tanto, su padre (Eddie), su madre (Manda) y su hermana (Lisa) tratan de buscar soluciones. Eddie, presencia el interrogatorio, ya que su hijo es menor de edad, pero, se enfrenta a la cruda realidad cuando el inspector muestra un video en el que Jamie ataca a la víctima. Aunque el video nos muestra que Jamie es culpable, como espectadores nos queda el deseo de que el chico sea inocente.
En el capítulo 2, los investigadores visitan el colegio de Jamie, en busca del arma del crimen y otras pistas. Sin embargo, los amigos de Jamie no aportan mucha información, pero nos enteramos que el hijo del inspector Bascombe estudia en la misma escuela, pero es mayor que Jaime y no van en el mismo grado, pero revela que Katie había etiquetado en redes sociales a Jamie como «incel», acrónimo de la expresión inglesa involuntary celibate (celibato involuntario). El capítulo evidencia el caos dentro de la escuela, la incapacidad de los profesores para controlarlos y la forma en que los regañan. Jade, amiga de la víctima Katie, acusa a Ryan de complicidad, quien se da a la fuga, es perseguido por el inspector y al final confiesa que el cuchillo es suyo.
En el capítulo 3, Jamie asiste a terapia con una psicóloga asignada a su caso, llamada Briony Ariston. Al inicio se muestra renuente a hablar, pero finalmente comparte sus complejos sentimientos hacia Katie. La sesión no tiene como objetivo develar si Jamie asesinó a Katie o no, sino entrar en la cabeza de este adolescente. Vale la pena aclarar que cada capítulo está grabado en plano secuencia, es decir una sola toma, lo cual los hace aún más complejos de grabar, pues, la cámara sigue a un protagonista y va de un lugar a otro sin cambiar de toma, aunque sí de actores, pero son ellos quienes entran y salen del escenario y no la cámara. Pero en el capítulo tres, a diferencia de los primeros dos, todo se centra en un cuarto y con sólo dos actores: Erin Doherty (Briony Ariston) y Owen Cooper (Jamie Miller). Ambos interpretan un diálogo impactante. El guión no tiene desperdicio.
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