Por Sofía Guadarrama Collado
La frase «de que lloren en tu casa a que lloren en la mía, prefiero que lloren en la tuya» es la mejor definición de las políticas económicas proteccionistas. Una forma más cruda: «primero yo».
¿Decisiones egoístas? ¡Definitivamente! Trump es la definición en carne viva del egoísmo. Pero en este caso debemos admitir que Donald Trump está sumamente comprometido con su causa: Hacer grande a los Estados Unidos nuevamente. Sí, mucha gente lo ha descalificado por argumentar que su país está hundido y que otros países se han aprovechado de su país. Pero si lo analizamos desde la perspectiva y la filosofía de los norteamericanos, puede ser que sea verdad, hasta cierto punto.
En las últimas décadas, Estados Unidos invirtió una fortuna en restablecer la economía y la paz en muchos países y lo seguía haciendo hasta que llegó Elon Musk y el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés).
Por otro lado, Estados Unidos disfrutó de la riqueza, como dice Donald Trump y ahora, tienen una deuda de $37 billones de dólares. Al finalizar el mandato del presidente Joe Biden en enero de 2025, la deuda nacional de Estados Unidos rebasó los $36.56 billones de dólares, equivalente al 98% del PIB. La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) proyectó que para el año 2034 esta deuda aumentaría del 99% del PIB en 2024 al 116%.
De acuerdo con el Economista, el gobierno federal gastó $2 billones más de lo recaudado en impuestos en el último año, lo cual representa un déficit del 7.2% del PIB.
Es por lo anterior que Donald Trump ha emprendido esta guerra comercial con bombas arancelarias para todo el mundo, socios, amigos y enemigos. El enemigo a vencer, es China. Por una simple razón: China es hoy en día la fábrica del planeta. Ellos producen prácticamente todo a precios insensatamente baratos. Hace cuarenta años, las empresas norteamericanas cometieron el gravísimo error de buscar mano de obra barata. Muchas se fueron a México y Centroamérica y una gran mayoría a China. Por dar un ejemplo, Taiwán aprendió la receta de como fabricar microchips y se volvieron expertos.
De pronto, Estados Unidos comprendió que en caso de que estallara una guerra, China tendría el control de sus microchips y de una gran parte de la tecnología norteamericana que se fabrica en el país asiático. Por esto, Joe Biden comenzó la guerra comercial con China, pero de forma inteligente y más discreta. Mandó construir una fábrica de chips en Ohio, en el condado de Licking, para reducir la dependencia de semiconductores fabricados en China y otras dos en Nueva York y Oregón.
Por eso, la nueva política comercial de Trump busca revertir la globalización con aranceles. A partir de hoy, Estados Unidos cobrará 104% de aranceles a China.
La gran mayoría de los economistas tienen la certeza de que estos aranceles están generando unos de los mayores retrocesos de la economía mundial y de Estados Unidos. Sin embargo, Donald Trump y el responsable del Consejo de Asesores Económicos del presidente, Stephen Miran, y Peter Navarro piensan todo lo contrario.
Suscríbete para leer la columna completa…