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Por Sofía Pérez Gasque Muslera

La Constitución de Apatzingán, promulgada en 1814, es un hito en la historia de México. Este documento no solo sentó las bases para un país independiente, sino que también abrió la puerta a principios que hoy resuenan en la lucha por la igualdad de género y el “empoderamiento” económico de las mujeres. 

Aunque en su época no se abordaban explícitamente los derechos de las mujeres, su legado sigue siendo relevante en el contexto actual. 

Aunque la Constitución de Apatzingán no contemplaba directamente la igualdad de género, su enfoque en los derechos individuales sentó un precedente importante. Este reconocimiento inicial se puede ver como un precursor de las luchas contemporáneas que abogan por la inclusión de las mujeres en todos los ámbitos, especialmente en el económico. 

En México hoy, el “empoderamiento” económico de las mujeres es más crucial que nunca. A pesar de los avances legislativos que promueven la igualdad de género, las mujeres aún enfrentan barreras significativas. Según datos recientes, solo el 46.5% de las mujeres participan en actividades remuneradas, lo que revela una brecha considerable en comparación con los hombres. 

En particular, las mujeres rurales, como lo platicamos en el artículo de la semana pasada, desempeñan un papel fundamental en la economía del país. A menudo son responsables de actividades primarias y conservación de recursos naturales, pero su contribución queda invisibilizada. Menos del 18% de estas mujeres participan activamente en el mercado laboral.

Las asociaciones empresariales de mujeres han surgido como espacios clave para fomentar el “empoderamiento” económico entre ellas. Estas organizaciones ofrecen capacitación y redes de apoyo que permiten a las mujeres no solo participar en la economía, sino también liderar iniciativas que benefician a sus comunidades. 

A pesar del progreso, aún enfrentamos desafíos significativos. La brecha salarial es una realidad alarmante; por cada 100 pesos que gana un hombre, una mujer gana solo 86 pesos. Además, muchas mujeres rurales carecen del acceso a financiamiento y recursos necesarios para iniciar o expandir sus negocios. 

La Constitución de Apatzingán nos invita a reflexionar sobre estos desafíos actuales. Aunque no aborda directamente la cuestión del género, su legado nos recuerda la importancia de luchar por los derechos individuales y construir un marco legal que promueva la igualdad. 

A medida que México avanza hacia un futuro más equitativo, es esencial seguir promoviendo políticas públicas que apoyen a las mujeres, especialmente en áreas rurales. Solo así podremos honrar el legado de aquellos que lucharon por una nación libre e igualitaria y asegurarnos de que todas las voces sean escuchadas en el ámbito económico. 

El florecimiento del “empoderamiento” femenino y su impacto en la economía son reflejos del espíritu de lucha que caracterizó a los fundadores de nuestra nación. La Constitución de Apatzingán puede ser vista como un punto de partida para continuar este camino hacia la equidad y el desarrollo sostenible.

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