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Por Sofía Ramírez Aguilar

Septiembre es el mes patrio, entre otras cosas, porque el día 8 marca un hito en la vida política y económica de nuestro país: es la fecha en la que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) presenta el Paquete Económico al Congreso de la Unión.

Este año, lo relevante del evento de entrega del Paquete fue la coincidencia que hubo en los discursos de los presidentes de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Santiago Creel (PAN), y de la Junta de Coordinación Política, Ignacio Mier (Morena), sobre las grandes prioridades nacionales: poner a las personas al centro de la discusión, atender rubros como educación, salud, seguridad y bienestar. También hubo coincidencias en los discursos de Creel y del Secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, respecto a la imperante necesidad de invertir en sectores prioritarios para crecer y mantener un marco macroeconómico sólido, balanceado, realista, que no incremente los niveles de gasto, pero gaste bien en beneficio de la gente.

Poesía pura y apretones de mano, hasta que abrimos el documento con los criterios económicos sobre los cuales se harán cuentas para definir las fuentes y montos en la Ley de Ingresos, y estimar cuánto puede destinarse en gasto a cada una de esas prioridades. Muchas cuentas alegres sobre la base de buenos deseos, más que estimaciones realistas de las cuales hablaban el secretario y los diputados.

Y es que prometer no empobrece: si Hacienda dice que creceremos al 3% el próximo año, cuando el consenso de mercado es que no creceremos ni 1.4%, estamos armando castillos en el aire.

Hoy en día en México seis de cada 10 pesos que ingresa el gobierno federal provienen del pago de impuestos de personas y empresas que trabajan y consumen: casi dos de cada 10 son recaudación del Impuesto al Valor Agregado, de lo que se consume y lo que se vende para producir; y casi cuatro de 10 vienen del Impuesto Sobre la Renta. Eso quiere decir que si Hacienda estima que nuestra economía crecerá a más del doble de lo que probablemente ocurra esa recaudación podría verse comprometida, y las contribuyentes podríamos experimentar un mayor rigor del fisco, en vez de que se busque ampliar la base gravable, generar más empleo registrado ante el IMSS, ayudar a más empresas a formalizar su operación.

Otro rubro relevante es la inflación esperada para el próximo año, que en los criterios de Hacienda parece una meta casi irreal. Según los parámetros entregados en el paquete económico del jueves, en 2023 se espera una inflación de 3.2% en diciembre del próximo año. Sin embargo, un dato de inflación no puede leerse aisladamente; éste debe contemplar que en 2022 cerraremos el año con una inflación de 7.7%, según estimaciones de la propia secretaría. Según estimaciones de Gabriela Siller, directora de Análisis Económico en Grupo Financiero BASE, para alcanzar una inflación de 3.2% en diciembre de 2023 (como espera la SHCP) la inflación mensual promedio tendría que ser de 0.26% durante todo el próximo año, lo cual parece casi imposible de alcanzar cuando en 2022 hemos registrado una inflación mensual promedio de 0.68% entre enero y agosto, y en 2021 este dato fue de 0.59%.

Es imposible bajar la inflación de un plumazo, sobre todo cuando el consenso es que aún no hemos alcanzado el pico de la inflación, lo cual probablemente se confirme en las estimaciones que publicará el Banco de México en la próxima decisión de política monetaria el 29 de septiembre.

Las estimaciones de inflación tienen que ser realistas porque más inflación resulta en mayores tasas de interés, y por consiguiente en un mayor costo financiero de la deuda del gobierno. Estimaciones de inflación más bajas que la inflación esperada se traducen en cuentas alegres respecto al pago de intereses del gobierno.

Un tercer rubro de cuentas alegres es la estimación que Hacienda hace de la cantidad de petróleo que producimos en México, la denominada plataforma petrolera. Año tras año vemos que prometen que se producirán 1.8 millones de barriles diarios, pero actualmente apenas extraemos poco más de 1.6 millones. Si bien son sólo dos de cada 10 pesos del dinero público provienen del petróleo, estimar que produciremos más del que realmente podemos extraer del subsuelo sólo nos llevará a hacer planes con ingresos que no tendremos. Castillos en el aire.

La alternativa a estas cuentas alegres es que el gobierno sepa que estos –y otros– supuestos son sobreoptimistas, y que al final acabará haciendo recortes en rubros que afecten la provisión de servicios públicos –como salud, educación, democracia electoral, competencia económica o atención ciudadana– porque sabemos por experiencia que no incrementará el porcentaje de la deuda. ¿Pondrán o no a la gente en el centro de las prioridades?

Se viene un trimestre patrio: la comparecencia del secretario de Hacienda en Diputados está prevista para el 27 de septiembre, la Ley de Ingresos deberá aprobarse antes del 31 de octubre y el Presupuesto de Egresos antes del 15 de noviembre. En cada reasignación presupuestal hay ganadores y perdedores, y veremos si los legisladores ponen su voto donde pusieron su palabra: mediciones que permitan dimensionar el rezago educativo, fondeo suficiente al IMSS-Bienestar, escuelas en horario alargado y énfasis en el crecimiento económico por la vía de la inversión, pública y privada, tal como lo propone el observatorio económico México, ¿cómo vamos?

El dinero público es dinero de todos.

@Sofia_RamirezA

Sofía Ramírez Aguilar es directora de México, ¿cómo vamos?


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