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Por Sofía Ramírez Aguilar

De amor, escribía Sabines, y, tal como se interpretan sus versos, morimos por vivir.

Pero en México tenemos varias razones que nos están matando antes de tiempo y, según quién seas, una muerte pudo haber sido prevenida en mayor o menor medida. Por ejemplo, si eres un hombre joven lo más probable es que mueras por violencia. En efecto, la primera causa de muerte de hombres de entre 15 y 34 años –para quien se pregunte si la violencia machista no afecta a los hombres– fue el asesinato. Y no sólo entre jóvenes, sino que en promedio el asesinato fue la cuarta causa de muerte de los hombres en México.

¿Y las mujeres? No, para las mujeres el homicidio no aparece en las 10 primeras causas de muerte, aunque la violencia feminicida se incrementó, pero no sabemos con certeza qué tanto ni qué pasó con la que afecta a los hombres, porque los registros de origen están incompletos.

Tenemos un problema en el registro de nuestros muertos. En 2020, por ejemplo, 480 víctimas de homicidio no tenían registrado el sexo y por lo tanto no es posible saber si fueron víctimas de un feminicidio, de un crimen de odio, de un homicidio del fuero común o de uno relacionado con algún crimen federal. Con las cifras disponibles, pareciera que el homicidio en hombres ha disminuido ligeramente de 2018 a la fecha, pero en mujeres ha aumentado. Y no, no es una falla atribuible al Inegi, que reportó las cifras revisadas para 2020 a finales de octubre, sino de quien registra los datos de las víctimas, como los médicos legistas o los funcionarios en los registros civiles, o de la propia violencia, que deja poca evidencia para identificar a la víctima.

Es, a mi juicio, una epidemia de violencia que desde 2018 se ha mantenido en niveles históricamente altos con casi 37 mil homicidios al año. Como no hemos aprendido de la historia reciente ni querido entender las principales causas de la violencia homicida –como la falta de policías de proximidad debidamente capacitados y entrenados para la prevención del delito, la asignación de las labores de patrullaje y atención a la población civil al Ejército o la Marina, o la altísima tasa de impunidad– no hemos implementado soluciones específicas que resuelvan el problema. Es más, nos acercamos peligrosamente a una situación aun peor, donde según la iniciativa presidencial la Guardia Nacional se supeditará formalmente a las fuerzas armadas próximamente. Una discusión que hay que dar cuando llegue el momento.

Otra causa muy frecuente de muerte de la que poco hablamos en México –y por tanto tampoco prevenimos de manera estratégica– son los accidentes, que están dentro de las dos principales causas de muerte entre personas de uno a 34 años. Pero, ¡ojo!, no es lo mismo un accidente de un menor de entre uno y cuatro años, que podría evitarse con una mayor oferta de guarderías y estancias infantiles como política pública, que un accidente de una persona joven que puede estar muy relacionada con enfermedades o episodios de salud mental –a la luz de que las lesiones autoinfligidas son la tercera causa de muerte de personas de entre 15 y 24 años–. O los accidentes de personas de entre 25 y 34 años que podrían tener su causa en faltas de tránsito o en su lugar de trabajo, y que bien podrían disminuir si se atendiera con prevención integral desde las autoridades locales hasta los empleadores. O que los accidentes de personas jóvenes puedan estar amalgamados con la violencia homicida, que es justamente la primera causa de muerte para jóvenes y adultos de entre 15 y 34 años. Es decir, no es lo mismo un accidente que un accidente, ni es la misma estrategia de prevención la que debe seguirse para todos los grupos de edad.

La conclusión es que no sólo morimos de vida, sino que morimos de violencia, de accidentes y de desidia institucional por no atender las causas que podrían prevenir muchos cientos de muertes al año.

En un país de 126 millones de habitantes, según las estimaciones hechas a partir de los datos históricos y replicando la metodología de la Organización Mundial de la Salud, el Inegi confirma que en 2020 se esperaba que murieran aproximadamente 750 mil personas. Pero la pandemia y los estragos que ocasionó en el sistema de salud acabaron por elevar la cifra en más de 300 mil personas, sumando casi un millón 70 mil muertes sólo en 2020. De éstas, sólo una de cada 10 tuvo su origen en causas externas, aquellas no relacionadas con la salud y las enfermedades, en su mayoría homicidios y accidentes, tal como les conté en este texto.

Sobre las otras nueve de cada 10 muertes en México durante el año pasado, que sí tienen que ver con la medicina preventiva, la política de salud de este país y el manejo de la pandemia, escribo en la próxima entrega.

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Fuente: características de las defunciones registradas en México durante 2020

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@Sofia_RamirezA


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