Document

Dicen que el que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla. Un periodista vive para encontrar la verdad, trabaja para esclarecerla, para revelar lo oculto y para abonar quizás a los libros de Historia.

Nunca antes se había consumido tanto el género documental en cine, incluso a la par de  producciones exitosas como las películas de ciencia ficción o caricaturas. Esa es una buena noticia para la industria y para la profesión en sí: hemos encontrado otra manera de exponer las cosas, de llegar a más y diversas audiencias y de ofrecer contenidos más atractivos en aras de mostrar la realidad.

La semana pasada se estrenó en Netflix el documental Caso Cassez-Vallarta dirigido por Gerardo Naranjo, en una producción de esa misma empresa de streaming. De inmediato, en las redes sociales se posicionó como tendencia el tema y las palabras clave alusivas a la historia.

Como sabemos, en 2005 se dio a conocer en las noticias, en televisión nacional, la supuesta captura de una banda de plagiarios detenidos en el rancho Las Chinitas donde tenían secuestradas a tres personas, entre ellas un menor de edad.

En el noticiero matutino de Televisa de Carlos Loret de Mola se presentó “en vivo” el operativo de la entonces AFI (Agencia Federal de Investigación), a donde después llegó la televisora competencia, TV Azteca. Se expuso frente a las cámaras a Israel Vallarta como uno de los criminales, quien en la misma transmisión en tiempo real fue golpeado por uno de los policías, ese personaje –se supo después– era Luis Cárdenas Palomino, el hombre más cercano a Genaro García Luna, ahora ambos presos en Estados Unidos. Entonces se mostró a su supuesta cómplice, una ciudadana francesa, Florence Cassez, quien dijo ante las cámaras que ella era inocente.

Yuli García, reportera del programa Punto de Partida de la misma Televisa, notó que algo no cuadraba y revisó las imágenes una y otra vez. Empezó a investigar, se citó con el abogado de la francesa, revisó documentos y encontró que en realidad a ellos los habían detenido un día antes y todo lo que se presentó en televisión fue un montaje. El resultado de su indagatoria se presentó en la misma Televisa dos meses después.

A partir de ese momento todo cambió: no solo para los inculpados, sino para la relación México-Francia. Nuestro país se empeñó en mantener a ambos en la cárcel, a ampliar la detención de más supuestos integrantes de la banda –todos cercanos o familiares de Vallarta– y a protagonizar un conflicto diplomático. Francia quería la liberación de Cassez, pero el gobierno mexicano mantenía la postura de que, aunque hubiera existido un montaje de la policía a manera de una “recreación” de escenas para la prensa, ambos eran efectivamente secuestradores, un delito que dolía y sigue doliendo mucho en nuestra nación.

El documental seriado desdobla cada capítulo de esta historia en cinco episodios en los que hablan funcionarios, expresidentes, víctimas y otros personajes clave que llevan al espectador a tener certezas primero, luego dudas y después, quizás, otras certezas más.

Personas de poder que no teníamos en el radar, como el empresario Eduardo Margolis, cuya posible influencia en el caso –que no detallaré para no spoilear– habían pasado desapercibidas por la opinión pública hasta que esta serie la puso en el mapa.

Términos como el “efecto corruptor” que señala el proyecto del ministro Arturo Zaldívar, por primera vez utilizado en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y que dejan duda sobre si realmente Cassez quedó en libertad en 2013 por inocencia o porque todo el proceso tuvo violaciones e irregularidades, también se dejan ver.

Quizás lo que más emociona e indigna es descubrir cómo las autoridades son capaces de mentir y orquestar algo como una presentación para los medios de comunicación, totalmente actuada, violando derechos de víctimas y de presuntos culpables, con tal de mostrar una historia que los presente como eficientes.

El documental permite ver cómo al detallar pruebas, expedientes y relatos de víctimas todo podría apuntar a que efectivamente esa banda era brutal y desalmada con sus secuestrados y cómo destrozó familias completas. Pero también nos hace pensar sobre si realmente las pruebas están en orden y con coherencia apegada a la realidad.

Al final, la duda queda de manera constante en esta historia para hacernos ver, una vez más, que quizás nunca lleguemos a conocer la verdad completa de ese caso, que quienes la saben probablemente no la dirán o si la dicen pensaremos tal vez que es otro montaje con tintes de revanchas y venganzas políticas y personales de un grupo de poder, como siempre sucede.

Y también, nos queda cuestionarnos: ¿hay razones político-electorales detrás de este documental?

@SoledadDurazo

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