Hoy te escribo después de participar en la marcha de las mujeres en CDMX. Es la cuarta carta que te escribo, desde la primera movilización en 2018, cuando tenías 10 años de edad.
Fue una experiencia muy rica, muy cercana, de mucha sororidad.
Quienes pretendían inhibirnos infundiendo miedo y “advirtiendo” de análisis de inteligencia que apuntaban a un escenario catastrófico e inseguro para las participantes, quedaron en evidencia.
No voy a negar que al llegar al zócalo, el corazón de tu país, hubo expresiones intensas en la manifestación que nos hicieron correr para resguardarnos, fueron las menos. 60 minutos después de haber iniciado, desaparecieron.
Te puedo decir que a lo largo de 5 horas, que fue lo que ocupamos para recorrer apenas 7 kilómetros, vi muchas expresiones de hartazgo, de desesperación, de impotencia. Pero también de fuerza, de determinación, de ganas de seguir luchando para que nuestra realidad sea diferente, sea mejor.
Es impresionante el ánimo que se vive Rebecca, esa sensación de unidad, de sororidad, de decir “aquí estamos y no estamos solas; nos acompañamos”. Me emociona ver a tantas jóvenes que se hacen conscientes de su realidad, que toman su presente con determinación, que no les es ajena la situación de sus abuelas, que toman el presente como el acicate para provocar un mejor futuro.
A lo largo de la marcha, de cientos, de miles de mujeres Rebecca, me encontré con tantos gestos de solidaridad y de sorodidad; me estremece recordarlos. La chica que tropezó y se fue al suelo y fue auxiliada por otras con las que nunca antes había coincidido, la mujer que aun con cubrebocas y desde una banca en un parque comparte la mirada de complicidad y acompañamiento con las que pueden marchar, las mujeres policías que no podían disimular la coincidencia con las consignas que se gritaban. El contingente de mujeres policías designadas para cuidar los edificios y que violó las reglas y se integró como un contingente más. Fueron tantas expresiones, tantas sensaciones vivídas este día que para mí se resumen en lo que vi en una de las consignas que sobre una caja de litros de leche (al revés) mostraba una de las activistas y que decía: “Soy la tía de las niñas que jamás vas a tocar”; en ese momento Rebecca, sentí que descubrí el porqué de mi presencia en esa marcha. Porque quienes hemos decidido no tener hijxs también hemos determinado que nuestrxs sobrinxs sean lxs depositarixs de eso que en nuestra etapa productiva podemos hacer para construir para ustedes un mejor futuro.
Por ustedes marché Rebecca y también por aquellas que en situaciones más adversas que las mías, lograron dejar para mi generación, una vida más libre, más consciente, menos ignorante.
Te amo.
Tía Sol.
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