Por Soledad Durazo
No sé qué me sorprende más: que los gobernantes mientan sin pudor o que me sorprendan todavía sus mentiras.
Y quizá todavía asisto con sorpresa a atestiguar que muchas personas creen en esas palabras sin cuestionar ¿Las aceptan porque les conviene, porque quieren creer, porque no quieren aceptar que se equivocaron al dar su confianza a alguno de ellos o porque no tienen maldad?
Aceptar porque conviene no necesariamente significa creer en lo que se dice, pero si asegura mantener ciertos privilegios o alcanzarlos y eso se puede conseguir nadando de muertito o lo que es lo mismo: sin hacer olas, sin llevar la contra. Aquí tenemos al grupo de los convenencieros.
Tomar la decisión de creer en lo que alguien dice, es un acto de fe, de fidelidad, acomodaticio quizá; sin cuestionar ni cuestionarse porque cuesta trabajo aceptar que nos equivocamos o porque se apostó a un proyecto, se hizo un compromiso público o en su fuero interno de que todo era hacia adelante, sin admitir errores.
No aceptar que nos hemos equivocado con algo o con alguien significa muchas veces asumir nuestra propia derrota y la auto descalificación. Que nos juzguen o sabernos inocentes es aceptar nuestra propia vulnerabilidad. Entre la ignorancia y la inocencia, mejor que se diga aquí no supo, que aquí creyó y le fallaron.
Ahora bien ¿Qué busca quien hace afirmaciones que sabe que no son verdad?
Sin duda, sacar provecho.
¿Cómo se saca provecho desde la cosa pública?
Manteniendo un discurso, alimentando la esperanza de algunos que en su ingenuidad o necesidad, el poder creer y esperar les aligera la carga del presente.
¿Qué clase de individuo encarna quien sostiene un discurso mentiroso y vuelve a prometer lo que sabe que no va a cumplir?
Alguien perverso, sin escrúpulos y que ha llegado a creer sus propias mentiras.
Entonces, si cree en sus propias mentiras, ¿es porque perdió el juicio?
Quizá. Pero lo que sin duda ha perdido, es la vergüenza. Y -como dice la frase atribuida a José N. Santos: No sabe cuánto ha ganado quien ha perdido la vergüenza.
¿Quién en su sano juicio afirma que en cuatro meses hará lo que no pudo en 5 años? El presidente López Obrador al reiterar que el próximo año tendremos uno de los mejores o el mejor sistema de salud del mundo.
¿Qué debemos entender por uno de los mejores o el mejor sistema de salud del mundo?
Pues para empezar y de acuerdo con la clasificación que hace la Organización Mundial de la Salud, competir con los del top 10 donde se ubican: Francia, Italia, San Marino, Andorra, Malta, Singapur, España, Omán, Austria y Japón.
Claro, también habrá que esperar sistemas automatizados para hacer citas, recibir atención de primera con la infraestructura y el personal suficiente, que las urgencias se atiendan como tales, que no falte el medicamento y… Muchas cosas más que ahora no tenemos.
¿Habrá quién le crea al Presidente?
Por supuesto que sí, le creen porque les conviene, porque quieren creer, porque no aceptan que se equivocaron al darle su confianza o porque no tienen maldad.
Le creen también porque la esperanza es el alimento de la realidad sobre todo cuando ésta es complicada.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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