Por Sonia Garza González
La igualdad salarial sigue representando un gran desafío en todas las regiones del mundo. A pesar de los significativos avances producidos en la educación de las mujeres y su participación en el mercado de trabajo, el progreso en la reducción de la brecha salarial de género ha sido demasiado lento. A este ritmo, ONU Mujeres advierte que se tardará casi 300 años en alcanzar la paridad económica de género, reflejando a todas luces graves riesgos sociales y económicos.
Los argumentos técnicos refieren que este indicador ―brecha salarial― mide la diferencia entre los ingresos promedio de los hombres y los de las mujeres, como porcentaje de los ingresos de los hombres. En general, las características como el nivel educativo, las calificaciones, la experiencia laboral, la categoría ocupacional y las horas trabajadas representan la parte «explicada» de la disparidad de remuneración entre mujeres y hombres. La parte restante y más significativa, es decir, la «no explicada», es atribuible a la discriminación, intencional o no, omnipresente en los lugares de trabajo.
Una muestra cruda de esta brecha se ilustra en los Estados Unidos: por cada dólar que ganan los hombres blancos, las mujeres negras ganan solamente 63,7 centavos, las indígenas 59 centavos y las latinas 57 centavos. Tal situación explica el sentido de urgencia de combatir esta problemática, dado el peligro de perpetuar ciclos de pobreza de una generación a otra.