Por Sonia Garza González
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos son el 5 de noviembre; es decir, a unas cuantas horas, y el mundo está a la expectativa, dada su categoría de primera potencia mundial y porque allá no se emplea el voto popular por mayoría. El control está supeditado al Colegio Electoral, que, según el Archivo Nacional, comprende un grupo de personas conocidas como electores que tienen la facultad de elegir al presidente y vicepresidente en representación de los 50 estados y el Distrito de Columbia. En total, el Colegio Electoral tiene 538 miembros, de los cuales al menos 270 son necesarios para ganar la presidencia.
Este proceso ha destacado, al menos, por dos acontecimientos: el primero fue el atentado que sufrió, el 13 de julio en Pensilvania, Donald Trump, el candidato republicano, quien terminó con una herida en la oreja. Un hecho que fue condenado en todo el país y acaparó los reflectores mediáticos. El segundo fue la renuncia de Joe Biden, luego de fuertes presiones al interior de su partido, lo que permitió que la vicepresidenta, Kamala Harris, se convirtiera en la contendiente presidencial de los demócratas. Harris es la primera mujer en ocupar la vicepresidencia de Estados Unidos y, además, la primera persona afroamericana y de ascendencia asiática en ese cargo.
No es mi intención enlistar pros y contras de ambos candidatos, pero sí unirme a las voces que reconocen que el resultado de estas elecciones tiene un impacto global en materia económica, diplomática, migratoria, de derechos humanos y paz mundial. En estos momentos, existen conflictos bélicos internacionales (la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza, la invasión rusa de Ucrania y la latente pugna con su rival China por la política incisiva de agresión hacia Taiwán) en los que se acusa a Estados Unidos de inclinar la balanza.
Si bien, conocemos el discurso anti-inmigrante de Trump y la amenaza de endurecer las políticas migratorias hacia México y Centroamérica, esta problemática es tan compleja que, incluso si gana Kamala Harris, genera más controversia que soluciones, por donde se le analice.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), esta región recibe el 38% de la inversión extranjera directa de Estados Unidos. ¿Cómo serán los nuevos términos de intercambio, gane quien gane?
En cuanto al espinoso tema del narcotráfico, ambos candidatos están dispuestos a “combatir” con todo el peso de la ley a los organismos criminales.
Respecto a las relaciones comerciales entre México y Estados Unidos, quien llegue a la presidencia obviamente no dejará de propiciar condiciones más favorables para los inversionistas estadounidenses. Pese a nuestras competencias, habilidades y talentos, no hay piso parejo en múltiples escenarios.
Dada la cercanía y la relación histórica con Estados Unidos, seamos honestos: no se vislumbra afinidad política ni de gobernanza con México. Para nuestro país existe un riesgo latente si gana Kamala Harris, pero si Trump se ve favorecido, nos encontraremos ante una avalancha de amenazas constantes.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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