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Por Sonia Garza González

Desde el minuto uno del mes de marzo, datos, reflexiones y testimonios en torno a los avances y pendientes de la agenda de las mujeres se publican a lo largo y ancho del mundo. El Índice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), publicado por primera vez en 2006, es un referente imprescindible que nos ayuda a entender el estado del arte de los avances y retos en torno a las brechas entre hombres y mujeres, que se ponen de manifiesto con mayor fuerza en el marco del mes en el que se conmemora el Día Internacional de la Mujer.  


El índice evalúa cerca de 150 países en cuatro dimensiones: participación y oportunidades económicas, logros educativos, salud y supervivencia y empoderamiento político, además de dar seguimiento de los avances hacia la eliminación de las diferencias de género a lo largo del tiempo.


Aun cuando podemos apreciar cambios conductuales intergeneracionales que apuestan por la construcción de sociedades más igualitarias, resulta bastante preocupante encontrar que “entre 2006 y 2023, la igualdad de género avanzó de 64.3 a 68.5 en una escala de 0 a 100. El progreso es lento y a este ritmo tomará 134 años cerrar las brechas de género en el mundo, es decir, hasta cinco generaciones”. 


Leer con conciencia que nos faltan más de 100 años para cerrar brechas de género, es cruel y decepcionante, en un contexto en el que vemos más mujeres líderes en todos los ámbitos, en el que se ha avanzado vertiginosamente en materia de salud, tecnología, política, negocios, deportes, etc. ¿Cómo podemos combatir los estereotipos y las barreras estructurales?


Mientras no se tomen medidas en cuanto a la economía del cuidado como un pilar clave para avanzar hacia una mayor igualdad de género, no habrá una transformación verdadera, ya que las mujeres somos sostén de familias que, en conjunto, se pueden medir en proporciones significativas de población mundial. El demérito de los derechos de las mujeres tiene costos económicos muy altos. 


Urge una corresponsabilidad real de parte de los gobiernos, las empresas, los centros educativos, los medios de comunicación, los hogares. Todos somos componentes de una ecuación positiva o negativa.


Desde luego reconozco valiosos liderazgos que impulsan el talento, la igualdad salarial, la capacitación, el trabajo digno; sin embargo, admito también que falta mucho para que miles de mujeres gocen de oportunidades laborales, acceso a servicios de salud integral, educación, una vida libre de violencia.


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