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Por Sonia Garza González

El 16 de abril se estableció el Día Mundial del Emprendimiento, una fecha que busca reconocer y promover la importancia del emprendimiento en el desarrollo económico y social de los países. La Organización Internacional de Trabajo reconoce que 70% de las MiPyMes representan alrededor del 70% del empleo total en todo el mundo, pero que 33% de su productividad alcanza apenas un tercio de la de las grandes empresas.


Hace unos días participé en un interesante Webinar denominado “De la idea a la acción: Tendencias, oportunidades y desafíos en el emprendimiento en México”, motivo que me llevó a una introspección peculiar, reflexionando acerca de la importancia de las MIPYMES y cómo debemos apalancarlas.   


En los últimos años, el emprendimiento ha cobrado un auge notable en México, impulsado por la innovación tecnológica, el acceso a financiamiento y un entorno global cada vez más interconectado. Sin embargo, es crucial que esta cultura emprendedora no se limite a un fenómeno temporal, sino que se convierta en un pilar de la economía nacional. Para lograrlo, es necesario fomentar una verdadera cultura emprendedora que apueste por emprendedores competitivos y negocios rentables, capaces de generar un impacto positivo en la sociedad.

Según el Informe Global de Emprendimiento 2020/2021, México se posiciona como uno de los países con mayor actividad emprendedora en el mundo, con 37% de la población adulta involucrada en alguna actividad emprendedora. Sin embargo, a pesar de este significativo porcentaje, muchos de estos emprendimientos enfrentan serios desafíos. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, aproximadamente 75% de las nuevas empresas no sobreviven más de tres años. Esto plantea la necesidad de una cultura emprendedora que no solo fomente la creación de empresas, sino que también garantice su sostenibilidad y crecimiento a largo plazo.

Para ello, se deben ponderar elementos clave para una cultura emprendedora sostenible, tales como:

Educación y capacitación: La educación es un pilar fundamental para el desarrollo de una cultura emprendedora sólida. Las instituciones educativas deben integrar programas que no solo enseñen habilidades técnicas, sino también habilidades blandas como liderazgo, trabajo en equipo y resiliencia. La formación continua es esencial para que los emprendedores se adapten a un entorno en constante cambio y puedan enfrentar los desafíos del mercado.

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