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Por Sonia Serrano Íñiguez

La Universidad de Guadalajara irá este mes a la elección de su nuevo Rector o Rectora sin el liderazgo político de Raúl Padilla López. Esto significa que el reto para la casa de estudios no solo será elegir a quien encabezará la segunda universidad pública más grande del país, sino también evaluar si habrá capacidad de equilibrar las fuerzas internas e impedir que, desde el exterior, haya intervenciones.

El próximo Rector entrará en funciones hasta el primero de abril de 2025. Sin embargo, la elección se adelantó para este 22 de noviembre, ante la invitación que la presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo, hizo al actual Rector de la UdeG, Ricardo Villanueva Lomelí, para que ocupe la Subsecretaría de Educación.

Al parecer, Ricardo Villanueva solo pidió que le permitieran pasar la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el encuentro cultural más importante organizado por la universidad, el cual se celebrará del 30 de noviembre al 8 de diciembre próximos.

La UdeG desempeña un papel político muy importante en Jalisco e incluso, en ocasiones, a nivel nacional. Este rol ha sido cuestionado por algunos actores políticos que consideran que esta tarea desvía la atención del único tema que debería cubrir, que es el de la educación.

Otro punto cuestionado es que la elección de Rector sea vía el Consejo General Universitario, lo cual permite que quien controla políticamente a la universidad también tenga el control del máximo órgano de dirección. Desde que el Partido Acción Nacional (PAN) ganó por primera vez en Jalisco la gubernatura con Alberto Cárdenas Jiménez, en 1995, hasta la fecha, con Enrique Alfaro Ramírez de Movimiento Ciudadano, todas las administraciones han tenido diferencias políticas con la universidad.

El problema es que la falta de democracia al interior de la UdeG, el argumento más utilizado por todos los gobiernos, ha sido solo un pretexto. Ningún gobernador ha estado realmente interesado en democratizar la universidad; lo que todos han querido es intervenir en ella.

El control político que durante muchos años mantuvo Raúl Padilla López, hasta su muerte el 2 de abril del año pasado, fue el principal muro de contención contra intervenciones externas. Ese control se sustentaba en un reparto de espacios entre los diferentes grupos, de manera que nadie, fuera de él, tuviera poder suficiente para poner en riesgo el sistema.

Sin embargo, ese reparto también fue durante mucho tiempo el que garantizó la paz interior. Quien ganaba la Rectoría no ganaba todo; a partir de la definición del Rector, los espacios se distribuían entre los diferentes grupos, de manera que quien estaba a la cabeza debía tomar en cuenta a todos los liderazgos.

Más allá de los órganos de decisión formales, el Consejo de Rectores y el mismo Consejo General Universitario, la UdeG tiene dos órganos de facto: el llamado Sanedrín, que además de Raúl Padilla está integrado por dos ex Rectores, su hermano Trinidad Padilla López y el actual diputado local Tonatiuh Bravo Padilla; el ex secretario general y actual Rector del Centro Universitario de Tonalá, José Alfredo Peña Ramos; y el Rector en turno, en este caso, Ricardo Villanueva. El otro órgano es un grupo más amplio, integrado por actores políticos, diputados, ex diputados y ex Rectores.

La carrera por la Rectoría comenzó con nueve contendientes. Sin embargo, finalmente solo se registraron la Rectora del Centro Universitario de los Altos, Karla Planter; el director de UdeG Plus, Carlos Iván Moreno; la ex diputada local Mara Robles Villaseñor; el Rector del Centro Universitario de Ciencias de la Salud, Francisco Muñoz Valle; y la Rectora del Centro Universitario de Tlajomulco de Zúñiga, Leticia Leal.

Entre estos cinco aspirantes está quien dirigirá a la universidad, pero sobre todo, quien deberá garantizar los acuerdos internos para evitar intervenciones políticas externas.

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