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Por Stephanie Henaro

Nos acercamos a un punto de no retorno, las madres de los sistemas internacionales son guerras, y ésta que tenemos enfrente está a punto de parir.

De hecho, es importante darse cuenta que este 2025 se parece cada vez más a 1934, el punto de no retorno antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial en 1939, y el mundo cambiara. Así es que una vez más, Mark Twain tiene razón cuando dice que “la historia no se repite, pero bien que rima.”

Hace tres años, la guerra entre Rusia y Ucrania lo cambió todo frente a nuestras narices y sin pedirle permiso a nadie, y para ser aún más clara, lo que estamos viviendo ahora equivale a estarnos deslizando en una resbaladilla, solamente para darnos cuenta que al igual que en 1934, lo que era dejó de ser, simplemente porque se rompió, y esto es claro cuando nos fijamos en tres señales que se repiten. Como lo son la caducidad de los tratados de paz y las instituciones internaciones, el auge de los nacionalismos y el retroceso democrático bajo dificultades económicas, y también los primeros fracasos de la seguridad colectiva.

El último intercambio de dimes y diretes entre el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, son otra prueba más de que algo grande está a punto de ocurrir. El francés calificó de “imperialista” que intenta “reescribir la historia” a su homólogo ruso, después de que Putin comparara la propuesta de Macron de extender el paraguas nuclear de Francia a sus aliados europeos con la fallida invasión de Napoleón Bonaparte en 1812. A lo que habrá que sumarle que las negociaciones de paz para acabar con la guerra que cambió todo en el Siglo XXI, se están llevando entre países, fuera de la ONU, que ha quedado reducida a un club de debate. Por eso es que al igual que en ese entonces, se advierte la caducidad de los tratados de paz y las instituciones internaciones.

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