Por Stephanie Henaro
La llegada de la primera mujer a la presidencia de México, 200 años después del primer hombre, hace que sea inevitable.
Porque para la paridad de género, que fue sin duda el primer escalón que nos trajo hasta este punto, faltan al menos 300 años, según datos de la ONU.
Hay que subir el segundo escalón y lo peor es que no hay datos para saber cuánto nos falta, porque la información está adentro de cada mujer y eso hace que medirlo resulte difícil, excepto en casos que son muy evidentes.
En México, la paridad de género ha tenido grandes logros que han hecho que las mujeres tengan más visibilidad en la vida pública, aunque todavía hay 17 veces más mujeres dedicándose exclusivamente a tareas del hogar y cuidados que hombres.
Seis de cada 10 personas que se gradúan de la universidad son mujeres y estas han llegado a representar el 54% de todas las diputaciones locales en los congresos. Además de esto, el porcentaje femenino en puestos directivos de la administración pública ha alcanzado un 40 %, la Suprema Corte de Justicia está por primera vez presidida por una mujer, y nueve estados del país son gobernados por mujeres. Pudiendo este número incrementarse rumbo a las elecciones de este año, en las que al menos una mujer busca convertirse en gobernadora de alguna de las nueve entidades que se renuevan.
No obstante, ¿Cuántos de estos lugares ganados cuentan con la suficiente independencia para que podamos hablar de paridad de poder?
Las “Juanitas” o “Manuelitas”, nombre que se le ha dado a las legisladoras que han renunciado a un cargo de elección popular para dar espacio a sus suplentes o a otros hombres miembros de su partido, podrían haber cambiado de forma más no de fondo y con esto nublar los avances del género con simulaciones, cediendo el lugar de sus cerebros a los de sus compañeros, porque aveces su posición así lo exige.
El problema es que no cuentan con la libertad suficiente para tomar sus propias decisiones y por eso es que enfocarnos en la lucha por la libertad de pensamiento, de sentimiento y de acción, es fundamental para subir el segundo escalón y que el avance en materia de género sea más auténtico en este nuevo capítulo de la historia que se escribe en un país con realidades tan opuestas, como el feminicidio de 11 mujeres al día y el vanguardismo de haber sido en el 2020 el primer país de América Latina en prohibir la mutilación genital femenina.
La paridad de poder hace de la conquista de la libertad individual un requisito indispensable y por eso hay que entender que la libertad de actuar significa esencialmente maximizar la autodeterminación y cerrar la puerta a la coerción. Porque como bien lo dice Deirdre N. McCloskey, “para ser libre se necesita ser y comportarse como adulto”.
Alcanzar la mayoría de edad sin duda nos ayudará a subir el segundo escalón y el actuar de la próxima presidenta de la nación, sin duda, nos ayudará a saber qué tan lejos o qué tan cerca estamos de lograrlo.
El último en salir, apague la luz
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