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Por Stephanie Henaro

Lo ocurrido en El Salvador y las 20 reformas constitucionales de AMLO nos llevan a hacernos una pregunta que por simple lógica, pareciera que no deberíamos hacer: ¿Hay dictadura buena?

La historia mundial ha demostrado que no, que cuando los revolucionarios ganan se vuelven “conservadores” y que cuando mandan al diablo las instituciones, ellos se quieren quedar.

El poder es lo que les da vida y en el caso de El Salvador, las urnas le han deseado larga vida a Nayib Bukele, mientras se entierra a la Constitución con su no reelección. Porque las ganas de vivir en paz, lejos de las pandillas y la violencia, fueron suficientes para que los salvadoreños accedieran a realizar un sacrificio democrático, que después de sacarle el corazón latiente, eliminó la presencia de los partidos de oposición en las casillas y se convirtió en la crónica de una dictadura anunciada.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.