Por Susana Moscatel
Toronto, Canadá
Después de dos veces postergadas por los terribles incendios en Los Ángeles, se llevaron a cabo las nominaciones a los Premios de la Academia que se llevarán a cabo el próximo 2 de marzo. Y Hollywood hizo lo que mejor hace: “Ser Hollywood”.
¿Qué quiere decir esto? Que para quienes siempre han sido críticos de que las políticas, las campañas de desprestigio y los criterios formados por las ideologías sean lo que determine lo que es “el buen cine”, este es un gran año para decir: “¿Ven cómo tenía razón?”. Y sí, comprendo que puede haber tremendas diferencias de criterio sobre lo que es una buena película y lo que no. Eso siempre pasa en el arte. Pero no sé qué persona que se dedique de cualquier manera a esta maravilla de profesión podría dejar fuera el trabajo, la maestría y la perfección de una cinta como Duna 2. Especialmente en la categoría de dirección. Tenemos un serio problema con una industria que vive constantemente al borde de la quiebra, pero que decide no premiar una obra maestra porque tuvo éxito en taquilla.
Y sí, sea usted equipo Emilia Pérez o equipo “¿Qué demonios acabo de ver?” como una servidora, hay que admitir que en tiempos en los que Trump designa a los cárteles del narco como terroristas, a las identidades y al género como temas binarios y a los inmigrantes como lo más nocivo que ha pasado en su tierra, habrá mucho, mucho apoyo para que gane una cinta que trata con personajes que viven todas esas facetas de la vida.
Y no solo estoy hablando de una sensación, o de una predicción informada por treinta años trabajando en esta industria. Estoy hablando ya de las campañas pagadas en redes sociales en contra y a favor de cada uno de estos temas en lo que se refiere a esta película. Campañas dirigidas y elaboradas específicamente para enfurecer o alimentar a la parte que cada uno de los votantes tiene de “luchador social”, afectando al voto. La película provoca, de eso no queda la menor duda. Y también, electoralmente ha quedado claro que los provocadores ganan los concursos de popularidad estos días. ¿Están viendo un patrón aquí? No importa en qué lado del péndulo, esto está ocurriendo en este momento.
Nada de esto es nuevo. Hollywood ha tenido momentos de confrontación consigo mismo por no premiar a la diversidad, por su terrible abuso a las mujeres, por estereotipar a grupos enteros de personas y de ahí surgen estas campañas que acaban convirtiéndose en premios. Y no, no estoy diciendo que los votantes no tienen idea de cine. Mucha de la gente más brillante que conozco está en esa Academia. Pero cuando las cosas se vuelven competencias, no siempre tenemos los mismos criterios en lo que es arte y será duradero. Lo que sí sabemos es cuál es el tema que hará que todo mundo dé una ovación de pie el día de la ceremonia cuando se hagan los discursos. Y sabemos bien que muchas veces esa es la motivación del premio.
Una vez dicho todo esto, hay grandes, maravillosas y distintas películas que podrían y deberían ganar estatuillas este año. El Brutalista es un ejercicio de narrativa visual y emocional como pocos que hemos visto. La Sustancia logró combinar el género del terror con un tema devastador del cómo nos desgraciamos la vida por retener la juventud. Wicked es un logro que eleva la adaptación del teatro musical al cine a niveles nunca vistos. A Real Pain es una de las cintas más sencillas y honestas respecto a identidad y auto reconocimiento que he visto en mi vida. Y así podría seguirme horas y horas. De hecho, prefiero hacer eso que estar descifrando los motivos por los cuales una cinta que me pareció descuidada y sin sentido es la cinta en idioma extranjero más nominada de todos los tiempos. Me ha desesperado la descalificación a la crítica honesta de Emilia Pérez cuando se hace desde la soberbia o, peor aún, acusando de que el disgusto viene de la discriminación.
Es más, después de las nominaciones me prometí a mí misma verla (por tercera vez) para descubrir a la buena qué es lo que me ha eludido de la multipremiadísima película. Quizás solo es mi amor a los musicales y mi claridad de la realidad de México lo que me impide verla sin arder en llamas. Como les dije, de que provoca, provoca. Pero si eso es lo que hace magistral a una película, les tengo muy malas noticias respecto a ciertos políticos y a ciertas influencias que tampoco nos podemos quitar de encima. Les pregunto ahora que ya se estrenó en cines en México y muchos de ustedes ya la pudieron ver. ¿Es esta la mejor película de todos los tiempos? ¿Estamos siendo serios? Agárrense porque todo esto va a aumentar de aquí al día de la ceremonia. Y sí, lo confieso, me parece fascinante.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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