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Por Susana Moscatel

Una de las primeras cosas que pasó por mi mente en cuanto salí de ver la Barbie, la película, es que hay muchos aspectos de ella que me recuerdan a Opinión 51 y lo digo con la enorme desventaja de no poder explicar exactamente la razón, ya que eso se iría duro y directo al universo de los spoilers, pero esto es lo que sí puedo decir: me voló la cabeza. Y no, no fue solo sobredosis de Pantone 219C (también llamado Barbie Pink).

Trataré de explicarme sin arruinarle las deliciosas sorpresas a quien vaya a ver la cinta este fin de semana. Barbie es, sin la menor duda, una reinterpretación de un icono, pero a su vez es un icono que ha sido resignificado más veces de las que podemos recordar. La dualidad y la contradicción de la muñeca que puede ser lo que quiera en esta vida, excepto mantenerse de pie en la vida real debido a sus dimensiones y sus puntas del píe eternamente levantadas, es gran parte del tema de esta historia de amor. De amor hacia una misma y hacia las demás.

Me imaginé a todas las columnistas de Opinión 51 viviendo en nuestro equivalente de Barbieland, un lugar donde las mujeres han hecho de la equidad, la superación su día a día.  Creo que los colores serían distintos y los festejos ligeramente más esporádicos (a menos que traigan el karaoke), pero el punto es la sororidad. No todas de acuerdo y definitivamente distintas entre ellas y nosotras, pero en Barbieland todas tienen su lugar y ni se les ocurre que deben pedir permiso para ser quienes siempre han querido ser.  Escritora, presidente o incluso – y aquí la fantástica Margot Robbie – la “Barbie estereotípica”. Hay Ken´s alrededor, sí. Pero no se trata de ellos en ese lugar. Eso, de hecho es uno de los grandes pivotes del conflicto porque … pues la vida real (suspenso) … resulta que NO es Barbieland. Ni en la película ni en la comodidad desde donde ustedes estén leyendo esto.

Pero ahí está la delicia de esta cinta. Sabe los problemas con los que tiene que lidiar de manera generacional. Sabe cuántas niñas nunca tuvieron Barbies porque “generaba expectativas imposibles sobre la belleza”.  La otra que me encanta es “que solo es un constructo patriarcal para mantener el orden social y al capitalismo rampante”. Y no podría discutir contra ninguna de estas dos muy estudiadas teorías, pero en vez de eso me carcajee por casi dos horas debido a la manera en la que Warner y sobre todo Mattell admiten que siempre han sido parte del problema, burlándose de su mercadotecnia, haciendo mercadotecnia. Es como una espiral que no acaba y de pronto el plástico tiene profundidad y sentido. Desde lo más absurdo y fantástico de nuestras fantasías infantiles esta aventura de la “Utopía del feminismo rosa vs. el patriarcado del capitalismo voraz” logra decir cosas muy importantes sin perder el sentido del humor y cuidando de no crear aún más división en un mundo en el que ya vivimos en los extremos.

El trailer lo dice bien. Si amas a Barbie esta película es para ti. Si odias a Barbie esta película es también para ti. Y sé que en este distinguido y profundamente solidario espacio donde escribimos las mujeres seguro hay de las dos. Pero, como dice mi muñeca favorita de la cinta Weird Barbie (Kate McKinnon) “lo asumo” (es la Barbie rara y rota con la que se jugó demasiado fuerte, ¿así o mejor interpretación?). Lo bello es saber que como lo es este espacio, hay pequeños oasis de Barbielands en todos lados y que maravilla que sea así. Eso solo hace más soportable las realidades horribles y represivas de la vida real. Vida real que por cierto, en la que la cinta también encuentra muchos valores, aunque muchas más batallas. Así que gracias, Barbie. Atentamente la niña que aún no decide si ponerse sus chanclas ortopédicas o sus tacones rosa para salir esta noche. Pero lo que sí sé es que decida lo que decida, seguiré caminando, sintiendo y existiendo a paso firme. Y muy bien acompañada en ello.

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@SusanaMoscatel

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