Por Susana Moscatel
Alguna vez escribí largo y tendido sobre lo divertido que me parecía cuando, por ser asertiva o clara en mis convicciones, se me decía “perra”. Es uno de esos insultos que solo te dice qué tan poco saben de amor quienes te los quieren adjudicar, y hoy lo tengo más claro que nunca por motivos que jamás pensé que podrían ir de la mano. Y hoy, extiendo la definición, como diríamos en Monólogos de la vagina, para reconquistar la palabra para poder hablar de ese amor. Desde mi manada.
Les cuento.