Por Susana Moscatel
Primera confesión: llevo más de dos décadas obsesionada con y trabajando desde adentro las ceremonias de premios, en especial el Oscar y gozándolas, criticándolas, riéndome y enojandome con ellas desde que tengo uso de razón. Con esa experiencia, incluyendo la de ser la insufrible televidente que siempre piensa que lo puedo hacer mejor que el o la que lo está haciendo, puedo decirles algo acerca de la “controversia” sobre la falta de nominaciones para Greta Gerwig y Margot Robbie en el Oscar no tienen que ver NADA con cine.
Segunda confesión: a pesar de que este es uno de los mejores años en lo que a gran, pero gran cine se refiere cuando lo vemos reflejado en la temporada de premios, he sido y seguiré siendo la más grande porrista de Barbie la película. No porque sea un tratado social que me sorprendió, sino porque logró combinar ese mensaje con el absoluto placer que de muy jóvenes nos causaban esos juguetes. Sí, antes de las complicaciones de los “constructos sociales”. Antes de que viéramos a nuestra báscula como la enemiga, a nuestra estatura como nuestro límite y a nuestras emociones como lo que teníamos que reprimir para salir adelante en el “patriarcado”.