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Ciudad de México - Se le atribuye originalmente a Mark Twain, aunque muchos aseguran que es de Woody Allen. No importa, porque la frase de “el humor es tragedia más tiempo” tiene más sentido para describir nuestra condición humana que los años que llevamos escribiendo al respecto. Pero el tiempo, según nuestras experiencias, sabe subjetivo en ciertas circunstancias. Y aprovechando la importancia de que hoy se conmemora la liberación del campo de exterminio Auschwitz-Birkenau tratemos de entablar una conversación que comprenda lo siguiente: no todo el humor es igual y la memoria es lo único que nos hace saber quiénes somos como humanidad.

Too soon? ¿Demasiado pronto? Esa es una de las frases más comúnmente preguntada entre varios de mis amigos y familiares quienes compartimos el mismo tipo de sentido del humor. Un amigo mío que amaba al cantante Meat Loaf tanto como yo  me lo preguntó este fin de semana cuando supimos de su muerte y ya había memes. No lo sé. Pero esta historia propia, esa sí la tengo clara. Cuando mi abuela Rebeca falleció, y, créanme, Rebeca Levy era una fuerza de la naturaleza única y espectacular, estábamos seguros de que jamás íbamos a volver a ver al mundo igual. Con todas sus virtudes, que requeriré de un libro para algún día narrar, mi abuela siempre tuvo el terrible vicio del cigarro. Así, a nivel de tener que arrancarlos de sus feroces manos cuando estaba en el hospital con oxígeno y todos corríamos peligro por una explosión.

El día que falleció, y según la tradición judía, fue enterrada lo antes posible. Todos estábamos alrededor del lugar donde ahora descansa y como suele ser alguien metió la pala para sacar el primer trozo de tierra. De ahí, de esa tierra antes inerte, inexplicablemente brotó un cigarro. Ese cigarro que les juro que podía hablar. Nos decía: “dejen de estar chingando con tanta lágrima, yo voy a seguir haciendo lo que se me da la gana”. Bueno, eso le entendí yo al cigarro que nada tenía que hacer ahí, y algo similar le debe haber pasado a mi madre y hermana porque las tres pasamos instantáneamente del llanto a la incontrolable carcajada de funeral. Yo no pretendo decir que ese fue un momento místico porque no tengo un sistema de creencias que me lo expliquen. Pero fue una risa de amor absoluto, complicidad y un adiós que si bien nos ganó varias miradas extrañas de otras personas no cambiaría por nada. Mi abuela lo hubiera amado.

¿Demasiado pronto? Para nosotras no. Pero sin duda podría haber entendido si alguien se ofendió. Como sea, esa era nuestra historia, que solo nosotros y mi abuela compartíamos, y el humor, en el momento más triste de nuestras vidas, nos salvó por unos momentos. Hoy es una anécdota que nos lleva de regreso a las risas y al llanto nostálgico casi mágicamente.

¿Qué tiene que ver todo esto con la liberación del campo de exterminio y la resolución de las Naciones Unidas de hacer de hoy un día conmemorativo del Holocausto? Pues todo y nada. Porque nunca va a transcurrir el suficiente tiempo para que lo que ocurrió ahí, los millones de personas, gitanos, judíos, homosexuales, prisioneros de guerra que fueron aniquilados sistemáticamente por una devastadora distorsión de una sociedad enferma, deje de ser lo que es: el horror absoluto. Eso no puede ser divertido. ¿Demasiado pronto? Absolutamente, si la burla es contra las víctimas. ¿Demasiado pronto? Para hablar del tema de manera ligera: definitivamente, siempre lo será y esta es la razón.

Hoy esta discusión entra dentro de un abanico de cosas que nos están confundiendo de una manera espeluznante entre lo que es opinión y lo que son los hechos. De lo que es una sensibilidad excesiva y lo que es simplemente reírte de la vida para pasarla bien. No. No es lo mismo que quieran cancelar el beso de Blancanieves en Disney a una máquina de muerte en la vida real. Y como lo ha dicho una y otra vez mi ídolo amado Mel Brooks: “el humor del sobreviviente no solo es bien ganado, sino que es una gran manera de no solo sobrevivir, sino de vivir”. En un extraordinario documental llamado La última carcajada (2016) entrevistaron a prácticamente todos los grandes comediantes judíos del mundo. “Disminuir, ridiculizar y quitarle la pátina de poder que aún – trágicamente – sustenta la imagen de Hitler,  para muchos es una enorme herramienta contra el odio”. Hacer que quien odia sea y se vea ridículo es un acto de defensa y de reacomodo. Aunque no sin sus consecuencias.

Sin embargo, cuando digo que es demasiado tarde también respecto al tiempo transcurrido es porque cada vez tenemos menos memoria. La historia es lo que la gente quiere que sea.

Y no es así. A los 17 años, me planté con un grupo de compañeros en Auschwitz. Conmigo una cámara (y tres rollos que cuidaba como oro) y en mi mochila El hombre en busca del sentido de Viktor Frankl. Leí las experiencias de este gran psiquiatra, neurólogo y pensador en las ruinas del lugar donde él las había vivido y milagrosamente sobrevivido 45 años antes. Ya pasaron treinta años de eso, y el revisionismo histórico ha hecho de las suyas.

Hoy en día no tengo palabras (y vaya que no me faltan usualmente) para quien crea que “la cultura de la cancelación” y “lo políticamente correcto” esté impidiendo el derecho de la gente que opta por no creer que estas tragedias ocurrieron. Hoy hablamos del Holocausto. Pero es la esclavitud, es la devastación en las conquistas, son los genocidios en Ruanda, en la antigua Yugoslavia. Es una desgracia tras otra, pero como no pasó cerca o nadie hizo películas al respecto hoy impera el silencio en las mayorías. Y esta palabra: genocidio, que ha sido despojada de su horror al ser aventada libremente ante cualquier tema difícil, requiere ser bien entendida. Así como el feminicidio. Así como el asesinato de tantos periodistas. Ahí tenemos que ponernos serios y no hay de otra.

Así que hay chistes, hay tragedias como perder a un ser humano que amamos que pueden convertirse en tragicomedia mientras no olvidemos la historia. Mientras tengamos el referente. Mientras no haya victimas de nuestra verborrea. Y aún más importante, mucho, mucho más: mientras no se use la comedia para cambiar la narrativa de cosas que sí ocurrieron. Todas esas cosas que sí nos deben importar a todos si es que pretendemos compartir la condición humana, y que el tiempo junto con nuestras acciones determinará si cometeremos los mismos errores. No sé si se están fijando, pero eso estamos haciendo. Dividiéndonos. Odiando. Ignorando la realidad de otros. ¿Vale la pena el olvido? Elijamos bien nuestra comedia. Hay mucha, muy inteligente y que ilustra mucho más que la solemnidad.

Hay chistes que no me hacen reír, pero no me deben ofender. Hay pocas cosas que me causen más gracia que el capitulo de Seinfeld donde él se siente ofendido porque su dentista se convirtió al judaísmo solo para poder contar chistes de judíos (Jerry se ofende como comediante, le confiesa a un cura, no como judío). Pero todos debemos sentirnos disgustados por la celebración de la ignorancia. Eso es lo que hay que conmemorar hoy. No tenemos que ser solemnes para el resto de nuestras existencias. Debemos reír todo lo que podamos. Pero nunca a costa de las víctimas. Y cada historia tiene las suyas. Mañana puede tocarle cualquiera de nosotros o de nuestros compañeros y seres amados estar del otro lado de esa falta de humanidad.

@susanamoscatel

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