Por Susana Moscatel
Cuando nos hicieron esa pregunta en un grupo de personas, turistas profesionales y periodistas, a punto de subir a un helicóptero para ver el Gran Cañón en Nevada, me dije a mi misma, “Oh, no”.
Enseguida comenzaron las protestas y curiosamente no eran por parte de las personas más robustas de nuestro grupo. De hecho una chica, que parecía no haber comido más que ensaladas sin aderezo la última década y quien merodeaba entre ser Millenial o Centennial fue la que exclamó. “No tienen que responder eso”, viendo con ojos de daga al emisor de la pregunta. Lo dijo también con una sonrisa de orgullo, provocándome la sensación de que esperaba que el grupo entero se pusiera a aplaudir su valor y defensa de los sentimientos ajenos.
“Correcto”, dijo el ya muy acostumbrado piloto. “Pero me temo que no podemos despegar si no sabemos exactamente el peso total que llevamos en la nave. Hay un límite y si lo sobrepasamos puede ser peligroso. Solo es cuestión de repartir bien el peso en los diferentes helicópteros”.