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Por Valeria Villa
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Si alguien viene a decirte que eres una gorda por tu culpa y que nadie te debe compasión por algo que tú misma causaste, la reacción normal es sentirte agredida y señalada como la única responsable de tu peso. El peso y algunas enfermedades asociadas a este, no siempre son responsabilidad de quien come mal o en exceso. La Dra. Fernanda Montes de Oca (@fernandamdo en Twitter) nos ha explicado que la obesidad, la diabetes, el cáncer y la endometriosis, entre otros padecimientos, pueden ser condiciones genéticas.  Nos pone como ejemplo un gen que codifica para la leptina. “Las mutaciones de este gen provocan obesidad severa y déficits hormonales. Este gen tiene la instrucción para generar leptina, una hormona que, entre otras cosas, inhibe el apetito. El tejido que más lo expresa es el adiposo, la grasa. Una enfermedad relacionada con la leptina es el síndrome de ovario poliquístico”.

Esta información científica nos permite entender que la obesidad suele ser multifactorial, producto de factores genéticos, epigenéticos, emocionales, familiares, ambientales, etc. Culpar a quien la padece de ser el único responsable es el camino menos amable y más persecutorio en lugar de ayudarle con un problema de salud.

En los últimos días estalló una controversia en las redes, detonada por los comentarios de un youtuber regiomontano, Adrián Marcelo, que dijo que las gordas no tenían ningún mérito para salir en la portada de una revista. Este conductor de Multimedios ha hecho bromas desafortunadas en el pasado, por ejemplo comparando el feminicidio con un partido de fútbol.

Otros conductores de televisión, siempre hombres, se preguntan como si los moviera una curiosidad auténtica, si el gordo es gordo porque quiere o porque está enfermo.

Parece ser que hay una ola creciente de hombres que se creen comediantes, que se hacen populares por dar voz a la misoginia, al racismo y a la gordofobia, entre otras expresiones de discriminación, proclamándose hartos de la corrección política y justificando sus dichos como si fueran parte de la libertad de expresión. Están hartos, dicen, de que no se pueda hacer chistes de nada y aseguran que les da lo mismo la cultura de la cancelación.

Adrián Marcelo se enorgullece de ser un vato sin deconstruir que dice lo que piensa (lo de pensar es un decir).

Son siempre hombres los que hablan de los cuerpos de la gente gorda. Debe ser porque están acostumbrados a explicarnos a los demás cómo debe funcionar el mundo.

Bill Maher, a quien admiro desde hace décadas, habló recientemente sobre la pandemia de obesidad en América, léase Estados Unidos. Maher argumentaba que está bien dejarse ir con la comida en vacaciones, en Día de gracias o en Navidad pero no todo el año. Hablaba también de algo que llamó la celebración de la gordura. Quizá Bill no sabe que celebración y aceptación son conceptos muy lejanos entre sí.

A Maher le parece terrible que el movimiento de Positividad Corporal afirme que una es perfecta solo por ser como es. A mí me parece que es desde la aceptación y no desde el acoso y la vergüenza internalizada que alguien puede hacer algo con su cuerpo y con su mente si así lo decide.

Aceptar no es normalizar ni romantizar. A Maher le parece abominable que marcas como Victoria Secret, Nike y Sports Illustrated muestren fotos de mujeres que no son atléticas.

A mí me parece un movimiento de inclusión de todos los tipos de cuerpos, que son mucho más cercanos a la mujer promedio.

Otro hombre que quiere ser chistoso, Bill Burr, cuestiona la valentía de una mujer gorda por salir en traje de baño. Valiente es el bombero que rescata a un bebé de las llamas, dice Burr, que tal vez tendría que haber nacido mujer para saber el valor enorme que implica para las mujeres mostrar nuestro cuerpo tal y como es. Nuestro cuerpo, arena política sobre la que todo el mundo tiene derecho a opinar y a intentar controlar. Burr sigue despotricando en su monólogo e intenta volver de la vergüenza una emoción útil. Tal vez Burr no sabe que la vergüenza internalizada causada por el acoso en casa, en la escuela, en las redes sociales y reforzada culturalmente por los medios de comunicación, es una de las principales causas de suicidio sobre todo entre mujeres. Sentirte avergonzada de quien eres nunca será un motor de conductas saludables.

Por último, Jordan Peterson, el controvertido psicólogo canadiense, que tiene millones de fanáticos entre hombres jóvenes, criticó el año pasado a la modelo Yumi Un, diciendo que no era bella ni atlética como para salir en la portada de una revista deportiva. Peterson se queja de algo que llama tolerancia autoritaria y que muchos varones abrazan como si fuera su nueva Biblia. Resulta que respetar el derecho de todos a existir sin acoso y sin recibir una opinión no solicitada, es una perversión autoritaria. Qué tiempos aquellos en los que se valía criticar, acosar y excluir sobre todo a mujeres que no se parecen al estereotipo de belleza dominante.

Todas las personas tenemos el derecho a vivir una vida libre de acoso, ridiculización y ofensas.

De los cuerpos ajenos no se habla, porque no es tu cuerpo. Porque no te importa el bienestar de esas personas y tu único objetivo es acosarlas.

El objetivo principal de la gordofobia son las mujeres. A las mujeres menos que a nadie se les perdona no tener un cuerpo delgado y por tanto deseable que se impone desde la cultura dominante sobre lo que es bello y lo que no.

El poder de las mujeres para ser y hacer lo que quieran es lo más relevante de toda esta argumentación. Son hombres los que se sienten irritados al ver a una mujer gorda en la portada de las revistas que solían usar para masturbarse. Cómo puede ser que ahora tengan que tolerar cuerpos gordos en las revistas que estaban dirigidas al consumo de varones heterosexuales, que han crecido creyendo que pueden ser jueces de las mujeres.

Yo no defiendo la obesidad. Lo que está en juego es el derecho al respeto.

Lo que se juega es el derecho a existir sin que nadie hable de tu cuerpo, que es tuyo y solo a ti te corresponde decidir cuál será la relación con él.

@valevillag

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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