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Por Yohali Reséndiz

“M” Santander y yo no estábamos casados. Me lo presentó  un conocido en común que me estaba iniciando en el budismo. 

Dijo amarme ... No era verdad… 

Yo fui siempre parte de su plan para primero asesinarme y luego quedarse con mi casa. 

Hoy a 5 años puedo mirar con claridad que el arquitecto con maestría, el que afirmaba que era escultor y pintor, el que practicaba múltiples corrientes espirituales, el astrólogo, era solo parte de la personalidad avasalladora que usaba para embaucarme. 

Habíamos cumplido 6 meses, 6 meses de disfrutar parte del disfraz que era su encanto y caballerosidad que luego se transformó en lo que realmente era: un hombre sin principios ni escrúpulos, estafador de Tinder -así lo describo yo porque a toda costa buscaba vivir una vida irreal. 

M. Santander, el hombre que quiso asesinarme se sabía interesante, sabía cómo entrar a las vidas, se presentaba sensible, empático, comprometido, culto y amante de los animales, una cortina para cubrir lo aberrante e infernal que resultó conocerlo y tenerlo en mi vida.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.