Por Yohali Reséndiz
En la Colonia Colón en Tuxtla Gutiérrez, Lupita de 12 años era conocida y reconocida por ser una vendedora de dulces tradicionales.
El pasado 19 de octubre ella y su hermana mayor se separaron para seguir la ruta establecida de las ventas y quedaron como siempre de encontrarse en un punto, sólo que Lupita, jamás llegó.
Las horas pasaron y su desaparición encendió la alerta vecinal.
Aquel sábado la familia de Lupita decidió denunciar su desaparición.
En grupos, los vecinos y familiares se organizaron para imprimir y luego pegar la foto de Lupita casa por casa y cada vez que encontraban una cámara de seguridad solicitaban los videos para aportarlos a la investigación.
Todos colaboraron menos en un domicilio.
A la par la alerta amber se emitía desde la Fiscalía General del Estado y se compartía en las redes sociales, así conocimos el rostro de Lupita y comenzó a conocerse su historia fuera de Chiapas.
El rompecabezas de la secuencia de videos que fueron recuperados en la ruta que Lupita recorrió se perdió en el radar de la zona del mismo domicilio que no había proporcionado la imagen de sus cámaras.
Horas después sería identificado como el lugar donde Lupita entró y un hombre 3 veces mayor que ella le había arrancado la vida.
Al entrar se observaba que un patio conectaba con el hogar de 3 familias. Hoy, con más calma, uno de ellos reconoce y recuerda que el martes 22 de octubre escuchó gritos ahogados y luego…. el silencio.
Este hombre gritó:
-¿Víctor, todo está bien?
-Sí, todo bien. Respondió el asesino.
En ese momento, Víctor José Carrera Mayor de 45 años, degollaba mientras abusaba sexualmente de Lupita, una niña con problemas de lenguaje que no pudo articular las palabras: ¡Auxilio! ¡Ayúdenme!
Fueron 4 días después que la familia de Lupita dio con ese domicilio. Incluso descansaron afuera mientras el asesino se asomó y saludó educadamente.
Lupita fue localizada sin vida… Semi enterrada en el patio trasero de la casa de quien la familia asegura ese no era el primer feminicidio que Víctor José Carrera Mayor cometía ya que en su historial tenía escrito otro crimen que había cometido 28 años atrás al degollar a su hermana de entonces 10 años y por el que su castigo fueron sólo unos meses en un tutelar sin lograr la “readaptación” pues tenía 17 años.
Víctor José Carrera Mayor ha sido señalado como violento sembrando el miedo entre familiares, compañeros de la escuela y comunidad de la mano de una banda delictiva.
Años más tarde, la vida lo llevaría a Europa también a delinquir y el destino lo traería de regreso en una suerte de vendedor de pasteles. Sin embargo, Víctor José Carrera Mayor seguía siendo un asesino en potencia.
Aquella tarde, miércoles, cuando el cuerpo de Lupita fue desenterrado, Víctor José Carrera Mayor emprendió la huida a menos de una hora del domicilio y burló a la autoridad al menos 2 veces sin que fuera capturado.
Y mientras en las redes sociales se compartía la amarga y dolorosa noticia sobre el hallazgo del cuerpo de Lupita, su feminicida daba “me gusta” a las diferentes publicaciones desde su Facebook pero también las redes harían lo suyo con él cobrando venganza mediática y compartirían masivamente su rostro aportado en una ficha de búsqueda por la Fiscalía General del Estado de Chiapas junto a un ofrecimiento de recompensa por medio millón de pesos a quien diera datos precisos de su paradero. Una vez más, el feminicida escapó de los policías de investigación que le seguían la pista.
El pasado domingo 27 de octubre de 2024, el cuerpo sin vida de Víctor José Carrera Mayor fue localizado dentro de una casa del reconocido Club Residencial La Vista.
A primer vista, cualquiera pensaría que se había quitado la vida, pues estaba atado a un barandal, con cables de luz alrededor del cuello y abotagado del rostro, pero datos revelados de la necropsia aportan un dato importante: la falta de dos piezas dentales y golpes contundentes en el cráneo y rostro.
Así que aquí cabía periodísticamente, una duda que luego quedaría resuelta al comparativo que hizo la forense sobre los tatuajes en brazo y hombro izquierdo que retratan su violencia y la oscuridad que habitaba su alma.
Y la pregunta: ¿la policía lo asesinó a golpes y fingieron suicidio o fue el crimen organizado que hizo su aportación para dar justicia a Lupita?
Sea cual sea la respuesta, la mayoría de la población celebró el hallazgo aunque también hubiese preferido que el crimen de Lupita, lo pagara en la cárcel.
A partir del 2018, aunque se quiera ocultar, Chiapas vive en la zozobra, aquellos pueblos coloridos llenos de vida, gente y gloria se han convertido en fantasmas. La suma de la vergüenza da un total de 30 mil desplazados y los chiapanecos han perdido su paz porque el crimen organizado al igual que en cualquier punto cardinal de este país, también les ha ganado terreno. Atrás, muy atrás, han quedado las horas de diversión, luces y música que ahora se apagan temprano. Atrás han quedado los viajes por carretera sin que el temor sea: puedo ser secuestrado.
Hoy, Chiapas parece enfrentar un toque de queda y la sensación de violencia sube un peldaño más después del asesinato de un padre y claro, el condenable, atroz y doloroso feminicidio de Lupita…
Descansa en paz, Lupita…
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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