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Por Yohali Reséndiz
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La noche del 8 de febrero del 2020, como muchas otras noches, Ingrid Escamilla discutió con Eric Francisco “N”, en un departamento que compartían  en la colonia Vallejo, de la alcaldía Gustavo A. Madero. 

Varios vecinos aceptaron que escucharon sus gritos - que en estos tiempos deben ser una sacudida.

Las palabras de Ingrid Escamilla otra vez eran de reclamo hacia Francisco “N” y al igual que otras noches, los reclamos pasaron de la desesperación al dolor…

Los gritos de Ingrid Escamilla eran eco que clamaban ayuda ... Pero nadie hizo nada por ella. 

¡Ella tiene la culpa! ¡No es nada, así es siempre! ¿Para qué te metes si luego regresa con él?

¡Escúchala, le está diciendo que esta vez si lo va a dejar! Pero, yo no creo… Al rato van a estar bien…¿Y si le hablamos a una patrulla? ¡No no, ya duérmete! Confesaron los vecinos que decían y mientras la vida seguía afuera y dentro de la cocina, el agresor y pareja de Ingrid Escamilla le arrancaba la vida con la convicción de que siempre tuvo el derecho a someterla y enseñarle quién mandaba. 

Educarla. 

Corregirla con una superioridad moral sobre ella.

Y como en la mayoría de los feminicidios, el asesinato de Ingrid Escamilla representaba, otra vez, el fracaso de un hombre ante una mujer. 

Lo que sintió Eric Francisco “N” fue una inmensa frustración al no conseguir someterla y es por ello que los especialistas afirman que  los hombres violentos deciden torturar a sus víctimas psicológica y físicamente y que cuando en ellas ya no hay un efecto que respalda esa conducta violenta, no encuentran otro camino más que eliminarlas.  

Así que, eso hizo Francisco “N”, eliminarla. 

Aún recuerdo como me estremeció su feminicidio y como es que para escribir de forma asertiva, llegué al Instituto de ciencias forenses (INCIFO) y platiqué con los forenses que recibieron su cuerpo. 

“Sin duda, tuvo un gran valor al enfrentar al verdugo” dijo uno de ellos. 

Ingrid -según los testimonios de los vecinos-, le gritaba a Francisco “N” que deseaba ser libre, que estaba dispuesta a romper con él  y a no regresar jamás. 

Y mientras el silencio reinó y la mayoría de quienes viven en la ciudad dormía, el cuerpo de Ingrid fue torturado.  

“Fue el diablo” dijo Francisco “N” en una declaración y no, aquí nada tuvo que ver el diablo sino demostrarle que él, seguía teniendo el poder sobre ella.

Y como nada dura para siempre, la luz del sol llegó de la mano de una sociedad que poco hizo para arropar a  Ingrid. 

¿Cuántas veces una mujer tendrá derecho a regresar con quien ama? ¿Cuántas veces deben ser las suficientes para decidirse y no regresar? 

Una sacudida pero en forma de video del feminicida confeso de Ingrid, un ser sin alma, describía sin anestesia e inhumanidad lo que le había hecho y sin dolor fue compartido vía whats app. 

La filtración de la fotografía de su cuerpo se convirtió en aquellos días en el frentazo de una sociedad incapaz de reaccionar, evadir su responsabilidad y no actuar, no mirar, no escuchar para luego, permanecer en la comodidad de sus refugios personales desoyendo cualquier grito de auxilio. 

Nadie tocó la puerta de aquel apartamento para saber si ella necesitaba algo, ni nadie llamó a la policía. Porque normalizar la violencia es algo que hacemos muy bien como sociedad. Nos encanta mirar la vida de otros y no nuestras equivocaciones. 

“Lo siento, pero no me podía meter” es casi siempre una frase que acompañan los crímenes por odio.

El cuerpo de Ingrid gritaba, la necropsia describiría que perdió la batalla a manos de su agresor por la hemorragia ya que ella fue tomada por la espalda para realizarle un par de heridas con un instrumento punzo cortante que lesionó las estructuras del triángulo carotídeo. 

En la palma de sus manos había heridas de defensa, cortaduras del instrumento (cuchillo), en señal que todo el tiempo quiso protegerse. 

Además su cuerpo registró que tuvo del lado derecho, penetrantes de tórax, es decir, que después de que Eric Francisco “N” le cortara el cuello, la lesionó con el mismo cuchillo a la altura de las costillas y así Ingrid entró en un estado agónico profundo. 

Las estructuras del cuello fueron mortales desde el principio y el instrumento que utilizó fue con la decisión de asesinarla. 

Ella no había fallecido totalmente cuando este depredador patológico comenzó a diseccionarla. 

Y no, no se trataba de un enfermo mental, sino de un estado esquizofrénico momentáneo y consciente, tanto que fueron horas (casi 7)  las que estuvo lesionando a Ingrid una y otra vez. 

Su odio le dió la fuerza. Su dominio sobre ella hizo que después de astillarle sus costillas con cada gajo de piel que fue cortando, le encimaba su peso para romperlas y separarlas hacia afuera.  

Ingrid Escamilla -de 25 años de edad- recibió todo el rencor y desprecio que una persona puede manifestar a otro. 

Dejarle un “hueco” en el tórax fue un reflejo de despojarla de todo, de hacerla lo menos posible. 

Humillarla. Exhibir su cuerpo violentado y demostrar lo que un hombre enardecido es capaz de hacer.

Sin embargo, no se debe olvidar que la vejación a Ingrid no fue sólo por parte de su pareja, pues a la llegada de los peritos asignados al caso que debieron realizar un estudio riguroso con la finalidad de contribuir a esclarecer los hechos acaecidos con base en datos científico-técnicos, no hicieron bien su trabajo, pues olvidaron realizar el raspado de uñas que pudiera indicar que Ingrid, se había defendido desde la etapa temprana a la discusión y su defensa pueda demostrar que Erik Francisco “N” en todo momento la atacó primero. 

Los encargados del peritaje que juega con un papel fundamental en el proceso penal, no cumplieron con el protocolo imprescindible en un feminicidio y no aportaron los elementos necesarios para un esclarecimiento en los hechos. Sin embargo, sí aportaron material en video y fotográfico que fue distribuido en segundos a través de los móviles y redes sociales.

Así que los peritos tampoco respetaron a Ingrid, ni la serie de reglas jurídico-técnicas que se necesitan para que su investigación en el caso sea conforme a derecho y no exista contaminación alguna, para efectos probatorios, en su momento hicimos público que los peritos forenses olvidaron realizarle a Ingrid una prueba fundamental. 

Y de nuevo se confirmaba: quien asesina a las mujeres no son monstruos ni es el diablo, son esposos, novios, parejas, vecinos, o amigos.

A 5 años, Ingrid, yo no te olvido.

✍🏻
@yohaliaresendiz

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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