Por Yohali Reséndiz, autora del libro “19S El día que cimbró México” Ed. Aguilar.
Los terremotos en nuestro país son dolorosos e inolvidables por las pérdidas humanas y patrimonios construidos por las familias durante un esfuerzo generacional. Son génesis de las fallas más graves de gobiernos y gobernantes miopes que no han previsto desde hace décadas, protocolos efectivos para atender las necesidades de la población en la emergencia; actúan por inercia no por previsión, mientras que la sociedad es activa frente a la improvisación de las autoridades y guiada por su intuición.
Los sismos nos han enseñado lo peor de la clase política cuando al derrumbe de varios edificios vino el negocio inmobiliario o aquellos que han retenido donaciones con fines electorales y omisiones en los permisos de construcción en contraste con miles de héroes anónimos que salieron de casa sin una fecha de regreso siendo parte de brigadas y ofreciendo donativos.
Aunque duela escribirlo, ningún sismo ha dado garantías de acciones públicas y mucho menos una movilización de políticos en la zona de desastre.
Seamos honestos, después de la sacudida, ¿dónde están los legisladores? ¿Dónde están las caras y nombres de los políticos que tapizan la ciudad en tiempos de elecciones? Les puedo jurar que si hay uno que salga a ayudar, será por la mezquindad de su beneficio más no por realmente ser solidario y entonces, ¿qué somos los ciudadanos para ellos?
¿Dónde están en esas horas de angustia quienes nos gobiernan, para arremangarse la camisa, mezclados con la sociedad civil y dispuestos a retirar mano a mano los escombros para también suplir la estructura arcaica de sus partidos ante la tragedia?.
En este siglo, nadie es ignorante del pasado y todos hemos sido afectados por la irresponsabilidad de gobernantes elegidos con nuestro voto.
El cinismo es tal que quienes lo han perdido todo entran a un plan maquiavélico para vivienda a través de la sociedad hipotecaria federal con intereses sobre intereses con una tasa del 9 por ciento, sólo un punto menos de lo que ofrecería la banca privada.
Dejemos de tener memoria corta, las familias afectadas por el 19S en el 2017 y 1985 además de perder su única posesión por un fenómeno natural han enfrentado corrupción y negligencia.
Las demoliciones en la ciudad de México o en cualquier estado del país han dejado un vacío espiritual y material pero para cada gobierno es un hueco para rellenar, oportunidades para expropiar.
Los sismos en México han cambiado a la sociedad, orientándola a una asombrosa resiliencia.
Todos los días, los sismógrafos internos nos cimbran al conocer las estadísticas de pobreza, violencia, corrupción, desapariciones, secuestros, feminicidios y claro, el desmedido enriquecimiento ilícito de varios representantes políticos.
Necesitamos seguir siendo uno no solo en un sismo, así que, si es necesario recordemos la fuerza física y mental invertida en días y noches de angustia donde el significado de los puños levantados significa: vida.
Los sismos en México nos han enseñado que podemos derrumbar y reconstruir aquello que tiene daño estructural, el secreto nuestro se ha basado en dos cosas: voluntad y organización, ¿cómo llevamos esa capacidad a incidir en otras estructuras que no son de losa ni de acero?
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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