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Por Yohali Reséndiz

"Papá, tengo mucha hambre" dijo María de 14 años.

Gildardo tomó un palo y enfurecido golpeó a su hija hasta matarla.

Los gritos de auxilio de la pequeña de 14 años salieron por los orificios de aquella choza construida con carrizo y lámina, pero se perdieron en la inmensidad de la loma ubicada en el municipio de Yautepec, Morelos. Nadie acudió a auxiliarla.

"Frente a nosotros mi papá la mató porque mi hermanita solo le pidió de comer. Con ayuda de mi mamá enterraron a mi hermana en el agujero que era para la cisterna y lo hicieron frente a nosotros, si no me creen, vamos, yo misma los llevo", esas fueron las palabras que pronunció una menor de 15 años ante autoridades de la Fiscalía General del Estado al denunciar a su padre.

Horas después de asesinarla, Gildardo Rendón acudió a denunciar la desaparición de su hija; con ello buscaba evitar que lo ligaran a su muerte.

"Ya no podía más, por todo nos golpeaba, me armé de valor para pedir ayuda", es parte de la declaración de la hija (de 15 años), de Gildardo ante la Fiscalía.

"Somos once hermanos, ahora sin mi hermana, quedamos diez" narró visiblemente aturdida. “No solo no teníamos qué comer, sino que además mi papá nos amarraba y nos pegaba con cadenas, dormíamos en el suelo".

Una vez detenido, el feminicida declaró a las autoridades: "Mi hija murió por una congestión, comía mucho". La madre permaneció todo el tiempo callada.

La versión de Gildardo contrastó con los exámenes realizados a los 10 pequeños pues todos presentaron desnutrición y golpes.

Les cuento esta historia porque conocí a la tía con la que hablé más de 12 veces vía telefónica en el 2014. Después de la marcha de hace una semana, me senté en la banqueta a esperar a que llegaran en moto para sacarme del zócalo. Miraba el cielo rallarse cuando junto a mí, se sentaron una mujer de complexión delgada y dos jóvenes de entre 16 y 18 años, me sonrieron con amabilidad, la joven se sentó junto a mí y traìa una cartulina a la mitad, se les veìa cansados, con sed, y pregunté, ¿gustan agua?, los tres se miraron entre sí, aquello me sirvió para de inmediato pararme y acércame al carrito multiservicio que estaba a unos pasos, pagué y mientras entregue las tres botellas pregunté ¿son de la Ciudad de México? No, somos de Yautepec, pero vivimos aquí, respondió la mujer, trabajo aquí en el centro en una casa de telas y ellos viven conmigo.

¿Tienes una hija desaparecida? Indagué.

No, mi cuñado mató a palos a mi sobrina porque tenía hambre. Ellos son sus hermanos.

Esa frase me causó escalofrío que recorrió mi espinazo, ¿Rosario? La mujer no sabía qué responder y estoy segura de que pensó en regresarme la botella con agua.

Soy Yohali Reséndiz, periodista, llegué a tu casa cuando ocurrió lo de María. Unos de tus vecinos te pusieron al teléfono, estabas en la Fiscalía con tu hermana, hablamos muchas veces, ¿recuerdas? hasta que sentenciaron a Gildardo. Ella buscó en el baúl de su memoria y segundos después… Rosario y yo nos abrazamos.

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@yohaliresendiz

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