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Por Yohali Reséndiz
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​​​​​​No sé si coinciden conmigo, pero qué incómodo ha sido escuchar en varias voces del gobierno actual el elogio, autoelogio, la protección a los corruptos y lo mejor que les sale: minimizar las consecuencias de sus actos en los próximos gobiernos. 

Son tan cínicos que prefieren pasar de puntillas y en la oscuridad sobre el desastre actual en México y el deterioro de las familias y empresas como consecuencia de la inseguridad y cobro de piso a la que se enfrentan en muchísimos municipios de varios estados. 

En la comunicación diaria y directa con el país (Mañanera) se envían sólo mensajes de que “si no están conmigo están contra mí” “todo está bien” “no no no, no es así”.

No hay ningún diálogo abierto. No hay consenso sino imposición. No prevalecen los acuerdos ni el respeto.  No hay iniciativas que consoliden el crecimiento real y sea tangible ni tampoco la garantía en los derechos y menos la propuesta de mejorar la calidad la vida de las personas. Porque lo que hay y sigue habiendo son amas de casa en los pasillos de los mercados, tianguis y locales que con todo y los programas sociales en los que estén inscritas ellas y sus hijos, siguen comiendo huevo y frijoles, tortillas y si alcanza de vez en cuando un bistecito. Y si hay carne, no hay fruta y si hay fruta no hay verdura y si hay frijoles no hay postre. Los mexicanos comen para llenarse no para nutrirse. 

El jitomate está a 40 pesos el kilo, la cebolla a 33 pesos, el tomate a 27, el kilo de tortillas a 20 pesos. Es una tragedia. 

Lo que hay en este país son abuelos y abuelas enfermos a simple vista y desnutridos bajo sus ropas cargando depresiones acumuladas y hastío. Caminando sin rumbo fijo con los cabellos alborotados porque los sueños son el único lugar en donde son felices y duermen y duermen y duermen mientras la vida afuera sigue. 

En este país lo que hay son niños y niñas jugando en parques con piso de tierra y grava y juegos desvencijados y descoloridos como su futuro. 

Jóvenes desperdiciando lo más valioso que tienen: su vida y tiempo con las drogas. 

Hace unos días, conocí en una cocina económica -a la que voy de vez en cuando- a “Doña Mary”, ahí estaba ella con su suéter al revés y sus canas desordenadas preguntando abiertamente quién podía decirle cuándo le tocaba cobrar lo que le dan en su tarjeta (Bienestar)… Nadie le respondió. 

-Yo esperaba a que me sirvieran y tomaba agua observando a quienes estaban en las mesas alrededor y a ella. 

“Doña Mary” volvió a preguntar, por favor, ¿alguien puede ayudarme con este aparato que no le entiendo nada, dijo mientras su mano temblorosa le picaba a la pantalla de su celular con su uña y hacía chiquitos sus ojos para mirar el cristal del celular. Nadie respondió. 

Entonces, me levanté y me paré a un lado de ella, ¿me puedo sentar?

En un dos por tres le di una clase maestra de cómo usarlo y no pedir “frías” a nadie y obvio le pregunté porque no me aguanté. 

-¿Usa lentes? 

-Si, respondió. 

-¿Los trae? 

-No, es que no me los he comprado porque quiero pintarle un carro a mi hijo para dárselo, tiene mucho que no viene a verme pero si le llamo para decirle que lo he pintado y está funcionando seguro va a venir por él- me dijo mientras su mirada gris me traspasó el alma. 

-¿Y a poco usted prefiere seguir mirando el desamor que le tiene su hijo a gastar en unos lentes que le permitan mirar su realidad? 

Sonrió a medias, con mueca y desgano. 

-A veces quisiera ya no despertar- me dijo.

-Ah, eso es depresión. Y tiene remedio. 

Sus ojos me miraron con un brillo distinto. 

-¿Ah, sí? 

-Sí, en esta colonia seguro hay una psicóloga, una terapia puede ayudarla a soltar y a no cargar lo que no le suma. Pero antes de ir con la psicóloga usted debe responsabilizarse de sí misma. ¿Cuántos años tiene? 

-65, en marzo cumplo 66. 

-¿Cómo es posible que salga a la calle sin usar lentes? Una caída, una cruzada sin mirar un auto, bueno, sólo sentir la seguridad de mirar la vida ya es distinto porque si usted sale de casa, ¿qué debe traer? 

-Llaves, dinero, un suéter, mi bolsa, mi paraguas y mi INE- dijo segura. 

-Ajá y sus lentes ¿Para qué carajo le va a pintar un carro a un hijo que no comparte la vida ni el tiempo con usted?  Al carajo, tenga amigas, amigos, vaya a la biblioteca pública, saque un libro y léalo con sus lentes, mire documentales maravillosos, coma rico y a sus horas, que como dice mi mamá, para eso trabajó, salga a caminar, duerma temprano, es más agrégueme a su whats y le voy a estar llamando y si algún día necesita algún dato de cualquier cosa yo le ayudo o ir al doctor, yo la acompaño. 

-¿De verdad? 

-Claro que sí.

-¿Usted vive en la colonia?- me preguntó. 

-No, pero con gasolina voy hasta Tijuana. 

Así, amables lectores, creo que al igual que Doña Mary, son millones los mexicanos y mexicanas que están ávidos de tener un mejor día, pero no saben cómo con lo que tienen y siguen pensando en que el gobierno (El hijo de Doña Mary) es la salvación cuando la realidad es que hay un profundo desamor, no hay reconocimiento, pero si desdén y, claro, un cruel y eterno abandono. 

Pero, como dicen los terapeutas, ¿de quién es el problema?

✍🏻
@yohaliresendiz

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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