Por Yolanda Morales
Amal llegó a la frontera mexicana. Ingresó por la Garita del Chaparral hacia América Latina.
Una niña de 10 años de edad, originaria de Siria que busca a su madre, después de haberla perdido en un conflicto bélico.
Amal tiene muchos rostros, como el de Génesis: una niña también de trece años de edad originaria de la Ciudad de México que tuvo que salir de ahí con su madre y su hermana de 5 años porque a las niñas de la escuela a la que asistía “ los hombres se las robaban”. Dice estar tranquila en Tijuana a pesar de extrañar su casa, su familia, su cama. Sin embargo tiene esperanza y le puso rostro al ver a Amal marchar como ella por el muro fronterizo en donde se divide México de Estados Unidos.
Amal caminó por la Garita del Chaparral, donde a diario llegan cientos de personas con una cita a través de CBP ONE para ingresar a Estados Unidos. Una cita que ha costado mucho: meses, noches de insomnio y angustia. Al mismo tiempo que Amal caminaba por la frontera del otro lado en la Garita de San Ysidro, decenas de niños y niñas migrantes acompañados de sus padres, madres o familiares comen, duermen y viven esperando ser atendidos por elementos de Aduanas y Protección Fronteriza. A su manera son como Amal, pero sin esta oportunidad de ir y venir por la frontera.
Según datos de Renee Cuijipers, representante Adjunta del ACNUR (El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) en México, entre las personas que cruzan el límite con Estados Unidos existe “un número importante que son niños, niñas y adolescentes. Para mencionar unas cifras en el informe anual de ACNUR hay más de 114 millones de personas que han sido desplazadas, casi el 40 por ciento de los migrantes son menores de edad”.
Mientras tanto, Amal sigue caminando y es otoño en la frontera. Cierra los ojos, pestañea, voltea a ver el muro, camina hacia el mar, se queda quieta un rato, baila la rueda de san miguel, la bamba con niños y niñas de un albergue migrante. Cada vez que se mueve se agita la esperanza de los migrantes: es posible salir de tu casa y encontrar una nueva.
Ver caminar a Amal por diversos lugares de la frontera es acercarse al fenómeno de la migración desde diversas ópticas. Ya sea que partamos de la empatía o la realidad, ver a los niños y niñas alzar los brazos para tocarla como si se alcanzara una nueva realidad, un sueño logrado. Al verla caminar nos preguntamos sobre nuestra propia realidad migratoria.
Lejos de miradas compasivas, los migrantes necesitan transformar su situación de vulnerabilidad en una reflexión sobre la fortaleza que ellos representan y transmiten. Después de todo, ¿quién puede dejar todo y volver a empezar? Solo alguien que siempre camina con esperanza.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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