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Por Yolanda Morales

En 1995 Carlos Fuentes publicó el Libro “La frontera de cristal”, un relato de nueve cuentos que bordeaban la relación entre México y Estados Unidos desde diversos puntos de vista. Uno de los personajes entrañables de esta publicación es Lisandro: un mexicano “echado para adelante”, trabajador, con esperanza en el futuro, que envía remesas como regalos a sus familiares.

Los personajes que forman los libros son muchas veces reflejos de la realidad y por ello Luis, un actual vendedor ambulante de la Garita de San Ysidro en Tijuana, me recordó al Lisandro de Carlos Fuentes.

Luis a sus 23 años es testigo de lo que pasa en la Garita, ya que tiene más de dos años de vivir en Tijuana procedente de Morelos. Al llegar a Tijuana buscó trabajo y a pesar de tener la posibilidad de ingresar a Estados Unidos, no lo hizo porque prefirió la frontera como domicilio, la Garita como su hogar.

“Tengo más de dos años viviendo en Tijuana. Le mando dinero a mi familia, tengo ahorros, estoy aquí por una mejor vida, planeo estudiar pronto. Tengo muchas fotos de la Garita, es que me cambió la vida por completo, tengo hasta un video, es mi vida, actualmente de aquí vivo, de aquí me mantengo. 14 horas de mi día, las vivo aquí. Para mí Tijuana significa todo, estoy enamorado de la Garita de San Ysidro, fue amor a primera vista”.

La vida en la Garita nace cada día, la Garita no duerme,  perros, herramientas, mini carros, decenas de elementos de Aduanas y Protección Fronteriza la protegen, a veces parece indefensa, a veces es otro muro;  no cierra, es un hostil testigo de los inmigrantes que quieren cruzar a Estados Unidos. Algunos de forma abrupta, como los inmigrantes de la comunidad rusa que alquilan autos para ingresar de manera irregular por la Garita, y muchos otros que desde la regularidad diaria cruzan para ir a sus trabajos y volver al final del día.

Sin embargo, esta historia cambió ante la pandemia por COVID-19: el próximo ocho de noviembre se cumple un año de que se levantaron las restricciones para los cruces esenciales en los puertos fronterizos de entrada a Estados Unidos, tras un periodo de casi 20 meses donde la comunidad binacional entre Tijuana y San Diego no pudo establecer relaciones comunes debido al cierre de las fronteras.

Con más de 35 puertos de entrada hacía Estados Unidos desde México, el más grande de ellos es el de la Garita de San Ysidro, donde confluyen miles de historias a diario. De acuerdo con el investigador del Colegio de la Frontera Norte, José María Ramos,  después de la pandemia hay más de 65 mil cruces a diario; entre personas que lo hacen para ir a la escuela, a trabajar, de compras o a visitar familiares.

No todo son autoridades e inmigrantes, también se comercia ahí y por ello los vendedores ambulantes como el morelense Luis son testigos de la Garita. Testigos de todos los meses que se decía que abrirían las fronteras, pero no terminaba de suceder…“Estaban diciendo que iban a abrir, abrir y abrir y nunca abrían”.

Luis trabaja entre 14 y 16 horas diarias vendiendo nieves, burritos, café y avena desde las 6:00 de la mañana, y por ello para él la apertura de los cruces no esenciales ha sido benéfico.

“Trabajo en un puesto de nieves, todo ha ido mejorando conforme ha pasado el año, no teníamos buenas ventas, no había fila, ahora hay más gente, hay tránsito vehicular y hay más ventas”.

La ganancia de las ventas de quien parece un personaje de alguno de los cuentos de “La frontera de cristal”, oscila entre los 300 y los 2 mil pesos diarios. Con su trabajo muestra que este puerto de entrada es también un espacio de encuentro y resistencia, una Torre de Babel donde nadie y todos se entienden, un microcosmos del mundo y del país del que Luis está perdidamente enamorado.

@moralesyo

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