Por Yuriria Rodríguez Castro
A Maribel, Raúl, Leslie y Rubí, víctimas
y buscadores que en vez de compadecerse,
son un ejemplo de hasta dónde
puede llegar el valor y la fuerza de la gente
El Rancho Izaguirre es más una mezcla de toda la impunidad, la corrupción y la “intolerable relación” entre las organizaciones criminales y algunas autoridades gubernamentales en México. Es un Ayotzinapa y un San Fernando juntos y más. Es genocidio, es terrorismo, es narcotráfico. Es apenas una pieza de un engranaje de ranchos en toda la Zona Valles de Jalisco que también tienen la misma actividad delictiva: son, además de campos de exterminio, grandes fosas de almacenamiento de restos humanos, centros de reunión para el reclutamiento forzado y voluntario, altares gigantes para la santería y la adoración de la Santa Muerte que se alimentan con los cientos de restos humanos, son el primer punto de llegada de las víctimas atraídas por una falsa oferta de empleo, son centros de esparcimiento para los delincuentes, y mucho más que van arrojando las evidencias poco a poco.
Recientemente, llegó un aviso a los buscadores con una ubicación en mapas que dice “Ahí está la otra escuelita aver si tinen valor de ir la GN” (sic), sobre una ubicación en El Carmen, que dicen los buscadores se encuentra a escasos 40 minutos del Rancho Izaguirre.
Hasta ahora, pese a lo contaminado de la escena del crimen, hemos podido observar que esta quizá sea una escena secundaria y en los alrededores se encuentre evidencia distinta que permita esclarecer no sólo la función del Rancho Izaguirre, sino de una gran estructura criminal que opera el Cártel Jalisco Nueva Generación en prácticamente todo Jalisco y otras zonas del país.
Conforme entrevistamos a algunos de los buscadores que llegaron primero al rancho, existen muchas coincidencias en las observaciones que al cotejarlas con el levantamiento de pruebas que registró en fotografías la Fiscalía del Estado de Jalisco, notamos muchas omisiones: entendemos que tras los peritajes todo tendría que quedar registrado, pero aún así no se encuentra la imagen del levantamiento de la evidencia como control, ignoramos por qué.
Los buscadores que llegaron al Rancho Izaguirre coinciden en que no había ningún sello de aseguramiento en la entrada del inmueble, ellos piensan que quizá se deba a que otro colectivo ya había entrado antes a tomar un video sin percatarse de los restos humanos, pero también suponen que podría tratarse de una omisión de la autoridad. Recientemente y después de que la escena ya está demasiado contaminada, a la Fiscalía estatal se le ocurrió enviar una orden de restricción que impide los trabajos de los buscadores, justo después de que otra llamada anónima advirtió a los activistas de que encontrarán 200 restos humanos más si excavan hacia el final del terreno.
Cabe aclarar, que este análisis es preliminar de un trabajo más amplio y criminológico que nos damos a la tarea de realizar para entregarlo a los buscadores y víctimas que han tenido la gentileza y el sobrado valor de hablar con nosotros.
Primero, hay que advertir que existen antecedentes para pensar que esta escena fue manipulada por las autoridades previamente:
Escena 1: En septiembre del 2024 se localiza el primer campamento de reclutamiento en la misma zona, en la Estanzuela, Teuchitlán, donde detienen a uno de los sospechosos de haber participado en el homicidio videograbado de los jóvenes de Lagos de Moreno.
Escena 2: donde detienen a 37 personas; posteriormente las autoridades dijeron que con los interrogatorios se dieron cuenta que casi todos los detenidos eran víctimas de reclutamiento y liberan a la mayoría, excepto dos de ellos.
Escena 3: Llegada de los colectivos y autoridades al Rancho Izaguirre el 5 de marzo de 2025. No hay sello de seguridad, solo está puesto el pasador por encima, encuentran restos en la superficie al entrar entre los tres agujeros que pudieron usarse para quemar cuerpos, eso indica a los buscadores que ahí tenían que excavar. La Fiscalía no registra esos restos óseos de la superficie en primera instancia. También se observan dos gallos vivos y saludables, así como una veladora encendida al interior cerca de un altar a la Santa Muerte, lo que sugiere presencia reciente. Todo lo demás son montones de ropa regados, enseres domésticos en la cocina, lo mismo que una biblia de los Testigos de Jehová que permitió la identificación de una víctima; también mochilas, peines, cepillos, pantaletas, billeteras, etc.
Gracias a esa biblia encontrada en la cocina y unos tenis que la víctima estuvo fotografiando y compartió en sus últimas publicaciones en Facebook, se pudo ubicar a Merari, quien subió a un UBER aparentemente que la llevaría a la empresa de seguridad privada donde tendría hospedaje, alimentos y capacitación en defensa personal; sus últimas fotos las subió el 20 de mayo del 2024. Rubí, la hermana de Merari, aún espera que su hermana esté con vida, pues había indicios de reciente actividad y no duda que pueda ser una sobreviviente, “porque unos zapatos y una biblia no significa que ella hay muerto, pudieron irse de ahí dejando las cosas”, dice Rubí.
Uno de los buscadores registra que observó una prenda con sangre. Tampoco está en el catálogo de ropa que la Fiscalía dio a conocer. Pese a todo, sabemos que fue la ropa con la que llegaron y sus accesorios de arribo, porque algunos familiares ya comenzaron a contactar a los colectivos ubicando a sus víctimas.
Los buscadores encontraron y tomaron fotografías de libretas con lecciones de adiestramiento, así como listas con alias o apodos; en algunos casos también han sido de utilidad, pues ya tenían ese apodo desde antes de su ingreso, en otros, se los pusieron en dicho rancho.
Algunas cartas y recados son pruebas caligráficas que serán de utilidad si se trabaja con apego y profesionalismo, intentando esclarecer la información para ayudar a las víctimas, no intentando disminuir las cifras de homicidios aunque eso signifique ampliar las cifras de las incógnitas de desaparecidos que son las más altas en América Latina.
El espacio está distribuido y tres baños y una cocina, lo que significa que tuvo que hacerse el levantamiento ante posibles muestras de ADN que pudieran sobrevivir a las inclemencias de las condiciones de tiempo y espacio.
En las conversaciones, los buscadores destacaron que las paredes de la bodega techada y del cuarto pintado de rojo estaban llenas de manchas de disparos de Gotcha. En las fotos de la Fiscalía estatal, las paredes se observan pulcras y relucientes.
Los objetos como evidencias
Afuera, unos gallos vivos y restos humanos sobre los agujeros que servían de hornos, la detección de tambos con sustancias, se les avisa que no caven por presencia de sosa cáustica, muy corrosiva.
Al interior las bodegas tenían ropa revuelta, los objetos personales como carteras, donde sólo se ubicó una identificación, cuando se dio con su dueño, éste dijo que le habían robado la cartera.
“La ropa estaba revuelta, excepto los calcetines en otro lugar; los colchones no estaban en la parte de abajo como aparecen en las fotos de la Fiscalía, esos estaban en unos cuartos que quiero pensar eran de los jefes, de las cabecillas, pero la bodega donde se supone tenían a las personas estaba sucia y tenían un altar de la Santa Muerte, pues ahí le ponían sus veladoras. En las maletas había desodorantes, pastas de dientes, peines. Y al entrar al rancho del lado derecho está la bodega, después había una bodega más pequeña pero sola, ahí se dice que quemaban la ropa”
Se caminaban varios metros y había un cuarto que parecía cocina, al costado había otro cuarto donde había cosas como los señalamientos de las carreteras con impactos de arma, los utilizaban como tiro al blanco; había bolitas de Gotcha, había bidones, cinchos, pilas de carro, llantas…”
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